¿Para qué sirve poner límites? ¿Y el miedo, tiene alguna función? ¿Te has preguntado esto en algún momento o circunstancia de tu vida?

Igual, recuerdas que no es la primera vez que te hablo del miedo y de su función. Y es que se trata de un tema apasionante con un montón de matices interesantes que suelen pasar desapercibidos.

Como punto de partida, recordemos que el miedo es la emoción que nos da seguridad. La que nos previene de las amenazas, externas e internas y nos ayuda a evitar peligros.

Sin embargo, cuando aparece ante situaciones que no supone una amenaza, nos limita enormemente. Y, cuando esto ocurre, nos sentimos paralizados, inseguros y ansiosos. Y, en determinados momentos, hace que evitemos ocasiones que, para ser sinceros, no son una amenaza.

Por este tipo de miedo podemos, incluso, llegar a dejar pasar grandes oportunidades.

El truco está en aprender a diagnosticar correctamente, como si fuésemos médicos o investigadores, si la situación ante la que sentimos esa emoción supone un peligro real para nosotros.

Debemos conseguir encontrar el equilibrio entre ese miedo y nuestra capacidad para hacer frente a situaciones nuevas o inciertas. Calculando las consecuencias y poniendo los limites necesarios para mantener nuestra seguridad.

Y es, precisamente de esto, de lo que quiero hablarte hoy. De los límites.

Qué son y por qué poner límites

Los limites son las reglas, normas o líneas rojas que establecemos para nosotros mismos y para los demás y que nos permiten mantenernos en un lugar seguro.

Esto limites pueden ser físicos o emocionales.

Un ejemplo de un límite físico puede ser decirle a alguien que no te apetece ir a algún sitio. Porque prefieres ir o estar en otro lugar en el que te sentirías mejor. Mientras que un límite emocional seria, por ejemplo, no permitir que nadie te hable o te trate mal.

Cada persona tiene que decidir cuales son los limites aceptables para ella. Porque, no existe una norma común para todos. Lo que para una persona puede ser aceptable para otra no lo es. Por eso, la clave está en escucharse a uno mismo y decidir qué está bien o no para ella.

Estos limites no siempre tienen que estar orientados hacia las personas con las que interactúas. Hay momentos en los que nosotros mismos somos nuestros peores enemigos. Jueces implacables que nos tratamos de forma dura o injusta.

A menudo, son esos falsos miedos, de los que antes te hablaba, lo que te están diciendo que no eres capaz de hacer esto o aquello. En este caso, es importante tomar conciencia de ese diálogo interno para poder cambiarlo por otro menos dañino y peligroso para nuestra autoestima y valoración personal

Poner límites es, por tanto, un acto consciente de autodeterminación que nos permite establecer una línea entre lo que para nosotros está bien o mal.

¿Qué ocurre si no ponemos límites o alguien los cruza?

Sin límites, las personas pueden aprovecharse de nosotros y hacernos sentir incomodos o incluso inseguros. Decir , cuando realmente quieres decir que no. O acceder a hacer cosas que realmente no quieres hacer, solo por complacer a los demás, quedar bien o evitar hacer sufrir, son algunas de las conductas mas representativas de las personas que no ponen límites.

De la misma manera, cuando alguien cruza los límites que nos hemos marcado, tendemos a sentirnos violentos, inseguros, invadidos e incómodos. En este caso, toca levantar la mano y expresar lo que nos está pasando para restaurar nuestra seguridad.

Qué beneficios tiene poner límites

Cuando ponemos límites nos sentimos seguros y poderosos. Tener límites establecidos nos permite gestionar las cosas que nos suceden, reforzando nuestra confianza y seguridad.

Además, en contra de lo que muchas personas creen, nos ayudan a mejorar las relaciones con los demás. Ya que nos permiten tener unas relaciones más saludables en las que prima el respeto y la educación.

Son muchas las personas que no se atreven a ponerlos por miedo a perder un trabajo, una relación o incluso a algún familiar. Piensan que, de esta manera, llegará un momento en el que la otra persona se dará cuenta de lo que está haciendo y cambiará. Sin embargo, la realidad es la contraria. Cada vez se sienten más limitados, culpables e inseguros.

Al establecer un límite, le estamos diciendo a la otra persona como queremos que nos trate. Qué es aceptable para nosotros y qué no lo es. Para, luego ella, si realmente nos respeta o nos quiere, decida si quiere estar a nuestro lado por lo que valemos y no solo porque le complacemos.

Piensa en esto. ¿Realmente quieres tener a tu lado a una persona que solo te valora porque le dices a todo que sí? ¿Es esa el tipo de relación que quieres tener con tus compañeros, amigos o familiares?

Ahora que ya conoces la importancia de poner limites te voy a dar unas claves que, sin duda, te ayudarán a establecerlos.

Cómo poner límites (y no tener sentimiento de culpa)

1.- Decide cuales son los comportamientos aceptables y no aceptables para ti

Puedes comenzar por hacer una lista con todas las cosas que te hacen sentir incómodo o inseguro.

Por ejemplo. Si te hace sentir incómodo salir siempre tarde del trabajo. O que tus compañeros entren en tu despacho en cualquier momento y sin tener en cuenta lo que estás haciendo. Incluso si te hace sentir inseguro ir a sitios con mucha gente desconocida para ti… Sea lo que sea, anótalo en tu lista.

Recuerda que no hay nada correcto o incorrecto, es algo muy personal que solo tú puedes decidir.

2.- Cuando hayas establecido un límite, trasládalo de forma clara y directa

Con esto me refiero a decir exactamente lo que quieres y lo que no quieres. De forma asertiva y sin dar rodeos.

Hay veces que, como no nos sentimos muy seguros al poner un límite, damos muchos rodeos o explicaciones sobre los motivos que nos hacen decir o hacer según qué cosas. Y eso, puede tener el efecto negativo de mandar mensajes incoherentes a la otra persona.

¡No lo dudes! Pon en práctica tu asertividad.

3.- Establece qué vas a hacer cuando veas que alguien está intentando cruzar tu límite

Es importante que detectes a tiempo que algo o alguien está cruzando tu limite. Porque, de no hacerlo, cuando te des cuenta será demasiado tarde. Y ya habrás perdido tu confort o seguridad.

Es posible que, al principio, te cueste. Sobre todo, si no lo has hecho nunca. Pero esto, como cualquier otra habilidad, será algo que irás perfeccionando con el tiempo. Y llegará un momento en el que te saldrá de forma natural.

4.- Avisa cuando alguien quiera traspasarlo

Cuando detectes que alguien está intentando cruzar tu límite, tendrás que informarle de lo que está pasando, avisarle para que sea consciente de ello y pedirle que no lo haga.

En algún caso, la única forma de evitar que esto suceda (que te invadan o trasgredan tus limites) es marcharte. Si llega este momento, recuerda que no pasa nada. Porque, si lo que está pasando es inaceptable para ti y la otra persona no para de hacerlo, estás en tu derecho de marcharte hasta que cambie su actitud.

5.- Recuerda que la única persona responsable de proteger tus limites eres tú mismo

Como es lógico, eso supone que el primero que tiene que respetarse eres tú. Respetarte a ti mismo es más importante que las consecuencias temporales que pueda tener para ti poner un límite.

Soy consciente de que poner límites no es una tarea fácil ni cómoda. Pero sí necesaria en las diferentes áreas de nuestra vida. Desde aquí te animo a comenzar a delimitarlos cuanto antes y a que, si ves, que te supone un problema o no ves que puedas lograrlo, te decidas a solicitar ayuda a un experto. Por mi parte, ya sabes que siempre estaré encantada de aportarte mi experiencia profesional como psicóloga y coach.

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