El impacto psicológico de la infertilidad es significativo para cualquier pareja que reciba un diagnóstico que la confirme. Y, en mayor o menor medida, resulta un proceso psicológico duro y doloroso.
Según la OMS, entre el 8 y el 12% de las parejas del mundo se encuentran cara a cara con esta realidad. Tanto desde el punto de vista físico, como desde el emocional, se trata de un diagnóstico traumático que supone una gran carga para la mayoría de los pacientes. Independientemente de que sean hombres o mujeres.
En esta publicación, no me voy a centrar en los aspectos más físicos de la infertilidad. Aunque sí diré que las causas pueden ser derivadas de problemas tanto en la mujer como en el hombre. En el caso de las mujeres puede tratarse, por ejemplo, los problemas ovulatorios o de endometriosis. Y en los hombres, podría estar motivada por problemas en la cantidad o motilidad de los espermatozoides. También podría deberse a problemas en ambos miembros de la pareja. E, incluso, en algunos casos, causas mas inespecíficas que puede que no lleguen ni a poder ser explicadas.
Pero, sea cual sea la causa, está comprobado que el impacto psicológico de la infertilidad es enorme.
De hecho, es bastante habitual la aparición de sentimientos de tristeza y cambios en el estado de ánimo. Incluso llegando, en algunos casos, a trastornos más graves que pueden derivar en depresión y ansiedad.
Y, está estudiado que, la incidencia de estos trastornos es significativamente mayor en parejas infértiles que en la población general.
El impacto psicológico de la infertilidad. ¿Cuáles son las emociones más comunes experimentadas?
Como he mencionado antes, se incluyen la tristeza y la ansiedad.
La primera de ellas provocada por esa sensación de pérdida y decepción que siente la pareja cuando se enfrenta a la infertilidad.
Esta tristeza puede aparecer en diferentes momentos. Cuando el embarazo no llega, al comprobar que los tratamientos no tienen éxito o cuando se produce un aborto. Y dará como resultado un duelo. El duelo al que se tienen que enfrentar por las expectativas no cumplidas o los deseos no conseguidos.
Cada persona vivirá este duelo de manera diferente. Pero, somos las mujeres las que tenemos más dificultades para aceptar la idea de no poder ser madres o construir una familia de manera “natural”.
Por su parte, la ansiedad suele aparecer a raíz de la incertidumbre y el estrés por embarazos que no llegan, tratamientos de fertilidad y decisiones que se tienen que tomar a causa de este diagnóstico.
La frustración es otra de las emociones que suelen aparecer ligadas a la infertilidad. Esto se debe a la sucesión de intentos que fallan y la sensación de pérdida de control sobre ello.
Todas estas emociones pueden dar lugar a problemas de autoestima, sentimientos de culpa y tensiones en la pareja.
Ya sabes que la autoestima es la valoración que hacemos sobre nosotros mismos. Por eso, si una persona a la que se le ha dado este diagnóstico ve la fertilidad como una parte esencial de su identidad, personal o de género, el hecho de no serlo puede hacer que se sienta defectuosa, incompleta o incapaz. Y casi con total seguridad, culpable por haber “provocado” esa situación.
Por supuesto, con las graves consecuencias que esto puede tener para dicha persona. No solo en este ámbito intimo y personal, sino en todas las demás áreas de su vida, que se irán viendo afectadas.
Te pongo un ejemplo.
Una mujer joven ve que el resto de sus amigas y compañeras de edad similar empiezan a quedarse embarazadas y tienen hijos. Desde ese momento, cambian los temas de conversación y las salidas en grupo quedan limitadas o supeditadas a las necesidades de los hijos.
Esta mujer, que antes se sentía parte de este grupo, empezará a sentirse sola. Sentirá que ya no pertenece a esa comunidad y que, no es como las demás. No puede ser como ellas porque hay algo en sí misma que le impide poder ser madre de forma natural.
¿Cómo crees que se sentirá esta mujer? ¿Qué concepto crees que tendrá de ella misma?
Te pongo el ejemplo de la mujer, pero al hombre le pasaría probablemente algo bastante similar. Aunque, es cierto que, como te decía antes, a ellos les cuesta algo menos aceptar el hecho de no poder ser padres de forma natural.
Y como podrás intuir, con este cocktail de emociones, tensiones e inseguridades, la relación de pareja puede verse afectada. La comunicación se convierte en un grave problema. Hablar de temas que nos duelen suele ser complicado y es más fácil que aparezcan los conflictos y los malentendidos.
Cómo afrontar la infertilidad. Estrategias para manejarla
Por todo lo que hemos comentado anteriormente, hay que asumir la infertilidad como un proceso en si mismo. Y entender que, más allá de la parte mas física o clínica del diagnóstico, hay que atender los problemas emocionales que de ella se pueden desprender. Ya que, de no hacerlo, podrían desencadenarse situaciones realmente complejas a nivel de salud mental.
Como siempre digo, lo primero y mas importante es la aceptación. Tanto del diagnóstico como de las emociones que surjan a raíz del mismo.
La infertilidad es una enfermedad que está reconocida por la OMS y que, nos guste o no, está bastante extendida. Por lo que es bueno que normalicemos el hecho de pedir ayuda profesional. No sólo para el tratamiento clínico, sino también para el acompañamiento psicológico del proceso.
Es necesario asumir que el miedo a lo desconocido, la incertidumbre, la tristeza y la ansiedad son emociones normales que aparecen en todos nosotros. Debemos permitirnos como parte del proceso, tomar conciencia de ellas y gestionarlas de la manera mas adecuada para que no lleguen a interferir en nuestro día a día.
La meditación, las técnicas de relación o el mindfulness pueden ser herramientas que te ayuden a sobrellevar mejor los momentos de ansiedad.
Mantener la mente en el presente es otra de las estrategias para manejar la infertilidad y los procesos o tratamientos derivados de ella.
Tenemos la tendencia a anticipar las cosas que creemos que van a pasar y a ponernos en lo peor. Cayendo en la angustia y la desesperación ante hechos que, posiblemente, sean erróneos o no lleguen a cumplirse nunca.
Mantenernos en el día a día, sin mirar más allá nos ayuda a manejar estos pensamientos intrusivos o rumiantes que nos limitan, bloquean y desmotivan.
Unirse a grupos de apoyo que ayuden a conectar con personas que están pasando por una situación similar es de gran ayuda. Si has vivido, o estás pasando, por la situación de infertilidad, en ellos encontrarás un espacio para poder compartir cómo te sientes. Sin miedo a que te juzguen o a escuchar frases como “en cuanto te relajes lo consigues” o “los hijos al final son una fuente de conflictos”.
Y por último, pero no menos importante, busca ayuda psicológica para gestionar el proceso y tus emociones y ponte en manos de expertos de la salud mental.
La terapia psicológica y las herramientas de coaching ayudan a cambiar esos patrones de pensamiento negativos de los que hemos estado hablando y a desarrollar estrategias de afrontamiento mucho mas saludables.
Y ya sea de forma individual o en pareja, la terapia proporciona un espacio seguro para explorar y manejar las emociones que se sienten en un momento en el que tanto apoyo se necesita.
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