Mejorar la comunicación con el adolescente es el sueño de muchos padres. Con la llegada de la adolescencia, a la mayoría de los padres nos preocupa la comunicación con nuestros hijos. El diálogo cambia y los enfrentamientos pasan a ser un ingrediente habitual de las conversaciones.
No podemos olvidar que durante esta etapa de cambios, padres e hijos nos enfrentamos, por separado, a nuestras propias contradicciones, angustias y confusiones. Por lo que es comprensible que la comunicación se haga difícil y poco fluida, en ocasiones.
Al comunicarnos, sea cual sea nuestro interlocutor, tenemos que tener en cuenta estas tres premisas:
- Comunicarse no es creer que lo que yo entiendo lo entiende todo el mundo. Cada persona tiene su mapa mental y escuchar las diferentes versiones de las cosas, nos da un panorama más claro de la situación. Pensar diferente no nos convierte en enemigos. Recuerda que cuando recibimos un mensaje, no sólo lo escuchamos, sino que también lo interpretamos en función de nuestras creencias y experiencias.
La comunicación supone reconocer al otro como diferente de mí, digno de ser respetado en su individualidad.
- Comunicarse no es interrogar para fiscalizar, sino encontrar la forma de preguntar para saber. Los padres sentimos miedo. Sobre todo cuando nuestros hijos empiezan a salir, tienen nuevos amigos que no conocemos y su comportamiento nos dice que ya no nos necesitan tanto. Ese miedo convierte las conversaciones padre-hijo en verdaderos «interrogatorios policiales», en los que buscamos información y datos que corroboren nuestras hipótesis. Esta fiscalización, a la que se ve sometido el adolescente, no hace más que cortar cualquier vía de comunicación con él. Y, por tanto, logra el efecto contrario al buscado.
Es el momento de practicar la «escucha activa» y aprender a conectar con ellos. Para detectar lo que nos dicen con sus palabras y lo que dejan ver entre líneas.
- La comunicación no es “haz lo que yo digo pero no lo que yo hago”. Nuestros hijos no quieren discursos, quieren coherencia. Si queremos que se comuniquen con nosotros debemos comunicarnos nosotros con ellos. Y, si vamos a poner un límite o consecuencia, debemos estar alineados con dicho límite.
Recuerda que nada es tan contagioso como el ejemplo.
Por tanto, el primer ejercicio que debemos hacer los padres, para mejorar la comunicación con el adolescente, es un ejercicio de empatía. Intentar entender y conocer los diferentes momentos que están atravesando. E incluso, recordar nuestra propia adolescencia. De este modo, nos será más fácil empatizar. Y, por tanto, comprender las reacciones del adolescente ante las diferentes situaciones que experimentan en esta etapa de la vida.
La escucha activa
Comunicarse significa escuchar, entender, pensar y responder. Pero, también significa ser escuchado, ser entendido y ser respondido. Si queremos mantener una buena comunicación es necesario que escuchemos antes de contestar. Para lograrlo, te sugiero practicar la escucha activa. ¿En qué consiste? Simplemente, en escuchar no sólo lo que la persona está expresando directamente, sino también los sentimientos, ideas o pensamientos que subyacen a lo que está diciendo.
Como ves, tan sencillo. Y, tan complejo a la vez.
Escuchar activamente es escuchar con todos nuestros sentidos. Sentir a nuestro interlocutor y percibir lo que dice. Y, también lo que no dice.
La escucha activa es uno de los principales factores que intervienen en una comunicación efectiva. Ayuda a las personas a conectar y sentirse acompañados. Sin juicios, y libres de mostrarse tal y como son.
Con el adolescente, este tipo de escucha es muy importante. Ya que, muchas, veces ni siquiera son capaces de poner palabras a las emociones y pensamientos que están teniendo. Además, el sentimiento de soledad e incomprensión que tienen les dificulta mucho poder expresarse abiertamente. Por lo que los padres deben ser especialmente sensibles tanto a las manifestaciones verbales como no verbales de sus hijos.
La Comunicación No Verbal
Un último factor importante a la hora de mejorar la comunicación con un adolescente es controlar nuestra comunicación no verbal.
Si tenemos en cuenta que, del 100% de la comunicación, sólo el 7% son las palabras, entenderemos que «lo que decimos» apenas participa en la comunicación.
El gesto, la postura, el tono de la voz que usamos, tienen que estar de acuerdo con el contenido del mensaje. Puesto que la contradicción crea un conflicto en la comunicación. Y produce un doble mensaje que dificulta su comprensión.
El mensaje no verbal no sólo nos da información sobre nuestro estado a la hora de interactuar con nuestros hijos. Sino que, también, nos da información sobre lo que éstos nos quieren transmitir y expresar.
Controlar las palabras que se usan es fácil. Pero controlar el lenguaje del cuerpo, es mucho más difícil.
Un ejemplo, lo tienes, en esa omnipotencia que aparentan. Las palabras que emplean en su mensaje pueden ser valientes y decididas. Sin embargo, si prestamos atención a su postura, respiración y tono de su voz… quizás no encontremos esa seguridad.
Ser lo suficientemente sensibles para captar esas diferencias, entre lo que dicen y lo que realmente sienten, nos da las claves para poder guiarles en su desarrollo. Y, lo más importante: ayudarles en este momento de crecimiento y cambios.
Tras ver juntos cómo mejorar la comunicación con el adolescente, termino con una reflexión. “La verdadera comunicación no comienza hablando, sino escuchando. La principal condición del buen comunicador es saber escuchar” (Mario Kaplún).
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