Si te interesa el mundo de la Psicología y el Coaching, y tienes la costumbre de leer sobre ello, te habrás dado cuenta de que los términos, desarrollo y el crecimiento personal, suelen usarse de manera indiscriminada, como si fuesen sinónimos. Cuando, realmente, no lo son.
Es cierto que son conceptos bastante parecidos. Y que, al final, los dos, producen un cambio en la persona. Sin embargo, me parece interesante dedicar unas líneas a diferenciarlos. Porque, ni las emociones, ni las acciones que hay que poner en marcha para conseguirlos, son las mismas. Así que te animo a seguir leyendo y ver a qué me refiero.
En qué se diferencian el desarrollo y el crecimiento personal
En ambos casos, podríamos decir que estamos hablando de ayudarnos a tener una vida mejor, a aumentar nuestra calidad de vida y acercarnos a aquello que vemos como la vida ideal.
De hecho, el objetivo, en ambos casos, es que la persona cambie. Que adopte nuevos pensamientos y nuevos comportamientos (o actitudes) que den como resultado, una mejora en su bienestar personal o profesional para la consecución de sus logros y metas. Que piense, sienta o haga algo distinto y salga de su zona de confort.
Pero, entonces … ¿En qué se diferencian?
Voy a tratar de resumirlo de forma clara y sencilla. ¡Comenzamos!
Qué es el Desarrollo Personal
Cuando hablamos de desarrollo personal, nos referimos a cambios en el hacer de las personas. Hablamos de procesos de aprendizaje que hacen que la persona evolucione y mejore.
Esta es la palabra clave: evolución.
Esta evolución es horizontal y se realiza bajo la emoción tristeza.
Aquí, «abro un paréntesis» para recordar que esta emoción es la emoción de la inteligencia, la sabiduría y la búsqueda de soluciones. La que nos lleva a ver los problemas y situaciones y decidir qué hacer para resolverlos.
Gestiona las pérdidas y ayuda a llegar a la aceptación de las situaciones para su cambio.
Por lo tanto, cuando hablamos de desarrollo personal, hablamos de cambios en el estilo de vida o en los comportamientos de las personas. En aquello que exteriorizamos y que podemos mejorar para llegar a cumplir nuestros logros y objetivos.
Algunos ejemplos podrían ser estos:
- Mejora en las habilidades de comunicación.
- Gestionar el tiempo de una manera más eficiente.
- Adaptación y gestión del cambio.
Qué es el Crecimiento Personal
En cambio, el crecimiento personal está centrado nuestro «yo interior».
En aquellos aspectos de nuestra vida que no nos hacen evolucionar sino crecer, transformarnos. Es, por tanto, un cambio vertical que potencia nuestro bienestar interior.
Algunos ejemplos podrían ser estos tres que te indico:
- Definir tu visión y propósito en la vida
- Mejorar tu autoconocimiento y autoestima
- Conocer tus puntos fuertes y débiles para expandir tus fortalezas y pulir las debilidades.
En este caso, el orgullo es la emoción que sustenta este cambio. El orgullo, es la emoción del ser, del crecimiento y el estatus personal. La emoción que nos hace imaginar para luego crear eso que hemos imaginado y que, irremediablemente, nos convertirá en personas diferentes a las que éramos antes de empezar el proceso.
La palabra clave aquí es: la expansión.
Una diferencia más…
En efecto, otra importante diferencia entre ambos está en el motivo que te impulsa a ese cambio.
Normalmente, cuando empezamos un proceso de desarrollo personal lo hacemos por ese deseo de mejorar y adquirir nuevas competencias y habilidades que nos aporten un beneficio y un bienestar. Así como la consecución de unos objetivos y logros que nos hemos marcado a priori.
En cambio, los procesos de crecimiento personal suelen surgir a raíz de un malestar, dolor o sufrimiento psicológico que impulsa a la persona a mirar en su interior para descubrir qué es lo que está pasando para superarlo.
Es como si, de pronto, la persona se diese cuenta de que lleva puesta una chaqueta que le viene pequeña. Una chaqueta que le tira de espalda y que le impide moverse con libertad. No es necesariamente doloroso. Aunque, a veces, puede hacerle (incluso) daño. Pero, sí es lo suficientemente incómodo como para que, pasado un tiempo, esa persona decida parar para quitarse esa chaqueta y buscar una que se adecue más a su talla actual.
Una chaqueta que le permita moverse con libertad y en la que se sienta bien.
Es complicado que una persona totalmente satisfecha con todas las áreas de su vida decida entrar en un proceso de crecimiento, por lo menos al principio. Y me explico.
Aunque el deseo de crecer personal y profesionalmente forma parte de nuestra naturaleza, la primera decisión de mirar dentro viene provocada, como te decía antes, por un dolor o insatisfacción. Sin embargo, a medida que vas entrando en este mundo de crecimiento, entiendes que esas situaciones adversas no tienen por qué ser vividas desde el dolor. Sino que pueden entenderse como parte del proceso. Y, entonces, las comienzas a vivir y empiezas a crecer desde la observación y la atención plena.
Somos como muelles que hay que comprimir para que puedan saltar y expandirse. Necesitamos la contracción para llegar a la expansión y el crecimiento. Cuando entiendes eso, entonces, aceptas las situaciones que te llegan y las acoges como escenarios de aprendizajes que te harán convertirte en eso que quieres ser.
Con esto no quiero decir que dejes de tener miedo, enfadarte o entristecerte. ¡Nada de eso!
Sin duda, seguirás sintiendo esas emociones incómodas. Pero entenderás que forman parte del proceso y saldrás mucho antes de ellas y del sufrimiento que nos pueden llegar a generar.
Espero que después de esta lectura entiendas un poco mejor la diferencia entre estos dos conceptos. Y, si tienes cualquier duda, te animo a consultar conmigo para resolverla.
Como has podido ver, se trata de dos ideas muy diferentes entre sí. Pero que, sin embargo, al unirse, crean la formula perfecta del bienestar y la plenitud.
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