Comenzaré hoy con una pregunta. Cuando se trata de lograr la aceptación social, ¿qué estarías dispuesto a hacer para lograrla?
La respuesta a esta pregunta depende de muchos factores. Por ejemplo, la edad, es una de ellas.
Aunque, en mayor o menor medida, desde pequeños, queremos ser aceptados y sentirnos parte de un grupo, ya sea familiar, de amistad, profesional, no todos estamos por la labor de hacer lo mismo para conseguirlo.
De hecho, si los que responden son jóvenes adolescentes, la respuesta (aunque también varia de unos a otros) irá en la línea de pensar que, para ser aceptado socialmente, muchas veces tienen que hacer o decir cosas con las que no siempre están de acuerdo o no son las que les gustarían. Porque, el precio que muchos de ellos pagan para ser aceptado es muy alto.
Para entender, como adultos, el «por qué» de este hecho, es importante recordar dos aspectos.
1.- En la adolescencia y más concretamente, entre los 12 y los 15 años, el grupo de iguales sustituye al grupo familiar
Los chicos empiezan a reunirse en grupos, y a mezclarse entre ellos, para experimentar y empezar a preguntarse quienes son, qué les gusta o no de ellos mismos o qué quieren en la vida… entre otras cuestiones (en este artículo te explico las etapas de la adolescencia y sus cambios).
2.- La amistad es, para los adolescentes, su refugio más seguro
Un espejo en el que mirarse para definir su identidad, sus intereses, habilidades y personalidad. A través del grupo, los adolescentes aprenden lo que es la lealtad, el compromiso, el apoyo emocional. Todos ellos trampolines necesarios para la edad adulta.
Entonces, con estos datos en la mente, podremos entender por qué, para ellos, la aceptación social es tan importante. Incluso, me atrevería a decir, determinante, en lo que se refiere al desarrollo de su autoestima, confianza y seguridad.
El hecho de ser aceptados socialmente tiene mucha repercusión en su desarrollo y bienestar psicológico. Para un adolescente, que se le acepte socialmente quiere decir que es valorado por sus iguales, que confían en él, le buscan para resolver sus problemas o, simplemente, para estar en su compañía.
Sin embargo, cuando son rechazados o ignorados se sienten infelices, inseguros, pesimistas y vulnerables.
La importancia de la aceptación social en la adolescencia
Para los jóvenes, no siempre es fácil entender, por qué determinados compañeros entran a formar parte el grupo de los “populares”. Mientras otros, o ellos mismos, por el hecho de ser más tímidos o por tener gustos diferentes, son ignorados o directamente rechazados.
Existen muchos estudios que hacen referencia a este hecho. ¿Qué criterio toman para sentir simpatía o no hacia un igual? Parece que algunos muestran que las elecciones están basadas en criterios como las semejanzas interpersonales o los comportamientos. De forma que, se acepta como positivo, lo que es semejante (valores, creencias, aspecto) y como negativo lo diferente.
De alguna manera, es una forma de autovaloración. Porque, si clasifico como positivo a todos los que se parecen, o piensan como yo, entonces, yo también soy positivo.
Igual que, aquellos compañeros que se muestran cooperantes, que participan en los grupos, prestan ayuda y, en definitiva, tienen habilidades sociales, son aceptados con más probabilidad que aquellos que muestran un comportamiento más agresivo.
Si tenemos en cuenta el resultado de estos estudios, entendemos por qué las habilidades sociales son clave para poder tener un buen funcionamiento social.
Sin embargo, esto no quiere decir que, para ser aceptados, todos tengan que ser iguales. O que tengan que renunciar a sus gustos, intereses o aficiones.
Nuestra labor, la de padres y educadores es ayudarles a construir, desde su infancia, una red protectora lo suficientemente fuerte como para que luego, en la adolescencia, puedan enfrentar la presión del grupo. Porque, ya que para ellos es tan importante ser aceptados, son capaces de hacer cosas con las que no están de acuerdo.
Intentar agradar y complacer, no querer decir no por miedo al rechazo, incluso llegar a participar en algunas actividades o situaciones que les lleguen a poner en peligro son consecuencia de esa necesidad que tienen de ser aceptados.
Cómo lograr la aceptación del grupo
Tiene que existir un equilibrio entre la necesidad de ser aceptado del adolescente y la pertenencia a un grupo de referencia. Porque, así, cuando tenga que elegir entre cambiar para encajar o buscar un grupo con el que compartir valores, inquietudes y creencias, con una mayor probabilidad tenderá a permanecer fiel a sí mismo. Y eso, aunque se trate de una decisión complicada y delicada.
Por eso, antes de despedirme, me gustaría recordar algunas de las principales habilidades que ayudarán a nuestros hijos a ser aceptados. Entre otras, destaco estas:
-> Autoestima
La autoestima es el filtro por el que pasamos la mayor parte de nuestras decisiones. Una autoestima sana implica una buena valoración personal y un buen filtro para regular las conductas
-> Resolución de conflictos y toma de decisiones
Para que puedan elegir la mejor decisión de entre las opciones posibles, valorando las pérdidas y ganancias de las mismas y reforzando la confianza en ellos mismos.
-> Escucha, empatía y asertividad
Todas estas habilidades de comunicación son necesarias para ayudarles a entender al otro, para escuchar, responder, hacer preguntas y poner límites.
-> Conciencia y regulación emocional
Es fundamental que los jóvenes tengan la habilidad de reconocer sus propias emociones y poder regularlas de una manera funcional y adaptativa. Sin tener que acudir al exterior para que sean otros los que validen o regulen lo que ellos están sintiendo.
Sin duda, el trabajo con los adolescentes, no solo como psicóloga, sino también como madre, es retador. Por esa razón, la clave para afrontarlo sin miedo está en conocer los momentos por los que pasan, entender lo que están sintiendo y sobre todo, saber que existen recursos que les pueden ayudar.
Te animo a contactar conmigo si necesitas mi consejo profesional en este tema, o en cualquier otro, relacionado con tu hijo adolescente. Así que, si crees que puedo ayudarte… ¡aquí me tienes!
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