La relación entre iguales juega un papel fundamental en todas las etapas de nuestra vida. Pero es, especialmente, en la adolescencia cuando su función se hace especialmente destacada.
Siempre que hablo del papel de los padres en el desarrollo del adolescente, insisto en cómo el grupo de iguales tiene también un peso importante en el desarrollo evolutivo de los jóvenes. De hecho, es tanto que hoy voy a centrarme en detallar algunas de sus funciones más específicas.
Por qué es tan valioso el grupo de iguales
Frente a todos los cambios y conflictos. Y, ante los desórdenes interiores y la soledad a la que se enfrentan los adolescentes, la amistad es, para ellos, el refugio más seguro.
El grupo de amigos les permite protegerse en el anonimato. Y mirarse en el espejo de otros que piensan, sienten y se comportan de la misma manera. Con ellos, pueden expresarse con libertad. Ya que sienten y experimentan la comprensión que no encuentran en los adultos.
El grupo de iguales tiene un efecto socializador fundamental. Puesto que les va a ayudar a definir su propia identidad, sus intereses, sus habilidades y su personalidad. Dentro del grupo, se alimenta la lealtad, la sinceridad y el compromiso. Además de alentar al adolescente a una permanente superación de sí mismo. Y esto le permite desarrollar un equilibrio entre la individualidad y la conformidad.
El grupo es la solución para los conflictos adolescentes. En él, se practica la consideración y el respeto. Y, el adolescente aprende a dar apoyo emocional y a construir y mantener la amistad. Entre los miembros se produce una confraternización que da lugar a la llamada cultura adolescente. Con un sistema de valores y creencias determinado, que se transforma en una forma de expresión y reivindicación del espacio social.
El territorio del grupo de iguales sustituye al espacio familiar. El comedor de la casa paterna se sustituye por el banco del parque. Que se convierte en lugar de reunión en el que se aseguran una autonomía fuera del control adulto. En este territorio pueden actuar, expresarse y sentirse libres.
Además, a través de la música expresan sus mensajes críticos. Y, con la vestimenta, muestran su disconformidad ante la realidad social y cultural, sus símbolos e imágenes hacen patentes sus preocupaciones por aspectos como el amor, la pareja, la religión, la política…, denuncian temores y deseos ante una sociedad que no ven posible transformar. El grupo crea en los jóvenes un fuerte sentido de pertenencia.
Y, como es de suponer, cabe esperar que esta solución sea transitoria.
“El adolescente, como el resto de los individuos, tiende a agruparse durante los periodos problemáticos con otros que, como él, experimentan las mismas dudas, necesidades y frustraciones”. Ángel Aguirre, 1994
El grupo de iguales, ¿tiene fecha de caducidad?
El grupo es útil cuando se convierte en tobogán hacia la vida adulta. Y nocivo cuando se convierte en un refugio indefinido en el que la lealtad grupal se coloca por encima de la libertad individual. Este enunciado es válido también para la lealtad familiar. Ya que no debe situarse por encima de la libertad personal y también resultaría nocivo que el grupo familiar fuera el refugio permanente del adolescente.
Es por esto que insisto en la importancia de apoyar al adolescente en su autonomía y aprecio por sí mismo. Para que, de esta manera, aprenda a rechazar aquello que no le conviene.
En contra de lo que a priori podríamos pensar, un adolescente emocionalmente sano no es aquel que no se enfrenta a los conflictos, que no da “problemas” y acata todas las normas y límites impuestos en el núcleo familiar. Sino aquel que experimenta sus límites, cuestiona su propia identidad y cuenta con el apoyo de sus familiares, amigos y entorno. Desde donde se les proveen de herramientas emocionales e instrumentales para resolver sus problemas.
Recuerda que nuestra labor como padres es confiar en su buen juicio y apoyarles si, pese todo, se equivocan.
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