Si te pregunto si conoces cuál es la diferencia entre consecuencia y castigo, ¿qué me dirías? Hoy trato este tema porque existe una confusión bastante generalizada respecto a estos dos términos. Definirlos, suele crear dudas y no siempre somos capaces de identificar su diferencia para aplicarla eficazmente en la educación de los hijos. Y, aunque pueden «sonar» parecidos, la realidad es que son muy distintos. Pero, ambos son importantes. Partimos de un elemento clave: las consecuencias. Que podríamos situarlas entre los » recursos top» de los que disponemos para conseguir una educación responsable de nuestros hijos. Pero, ¿qué es una consecuencia? La definimos como una acción, natural o impuesta deliberadamente, que ocurre como resultado  de una conducta o decisión. Dentro de las consecuencias, diferenciamos entre las consecuencias naturales y las consecuencias lógicas. Por un lado, las consecuencias naturales obedecen al principio de acción-reacción. Es decir, todo lo que hacemos  tiene una consecuencia y deriva de manera natural de las acciones. Por ejemplo, si salgo a la calle sin paraguas y está lloviendo, me mojo. Y, por otro, las consecuencias lógicas, que son aquellas que requieren de la intervención directa de un adulto. Ni que decir tiene que las consecuencias naturales son las que más y mejores  aprendizajes nos proporcionan, ya que aprendemos desde la experiencia. Sin embargo, no siempre podemos o queremos dejar que ocurran. Sobre todo, en los casos en los que las consecuencias ponen en peligro nuestra seguridad, la de nuestros hijos o la de terceros. Es en estos momentos en los que las consecuencias lógicas pasan a ser una opción. Digo una opción, porque muchas veces pensamos que debemos imponer consecuencias a todos los comportamientos de nuestros hijos. Cuando, en realidad, lo que  necesitan son normas y límites claros y concisos. Pero, hablaremos de esto un poco más adelante.

Diferencias principales entre Consecuencia y Castigo.

Como veíamos al principio de este artículo, aunque parezcan similares no son lo mismo. Y, por eso, en el caso concreto de la educación del adolescente se hace necesario tener claro cuáles son las diferencias entre consecuencia y castigo. Y son las siguientes:

  • Las consecuencias son proporcionadas y están relacionadas con la conducta que queremos corregir. Los castigos no siempre lo están.
  • Las consecuencias se establecen y se comunican por anticipado. Y, en el caso de los adolescentes, se pautan y negocian con ellos. Los castigos, en cambio, suelen tener una mayor o menor intensidad en función de nuestro estado de ánimo.
  • La consecuencia tiene parte positiva y negativa. Una parte positiva, cuando hacen lo que se les ha pedido y una negativa, cuando deciden no hacerlo. El castigo, solo tiene la parte negativa.
  • Las consecuencias se producen de manera inmediata y son respetuosas con nuestros hijos, porque buscan un aprendizaje y que se responsabilicen de sus errores.
  • La consecuencia está relacionada con la norma. El castigo no.

Como digo, lo ideal es que la consecuencia esté pautada con antelación e incluso negociada con el adolescente. Sin embargo, ¿qué pasa cuando nuestro hijo  nos sorprende haciendo algo que no teníamos previsto? En ese caso, lo mejor es  actuar de la forma que consideremos correcta. Dejándole claro que, en ese momento, estamos actuando como pensamos que debemos hacerlo. En función a lo que ha hecho. Pero que, posteriormente, estableceremos una consecuencia que le permitan saber qué es lo que va a suceder si decide volver a hacerlo. Cuando trabajo con padres de adolescentes, es muy común escucharles quejarse del desorden de la habitación de sus hijos. Al preguntares qué es lo que hacen en esa situación, normalmente me dicen que se pasan el día quejándose, regañándoles o discutiendo por cómo tienen su curato. Pero que, en realidad, sólo hacen eso. En este caso, ¿cómo podríamos establecer aquí la consecuencia? Le avisaríamos al adolescente de que nosotros no le vamos a recoger ni limpiar la habitación. Ni tampoco lavar la ropa que no esté en el cesto de la ropa sucia. Y la consecuencia lógica será que tendrá que convivir con el desorden y la suciedad hasta que decida ordenarla y cumplir con las normas establecidas en casa. Ojo, una vez hayamos decidido actuar  y poner una consecuencia, ésta se tiene que cumplir SIEMPRE. Es decir, no sirve de nada decirle que no le vamos a lavar la ropa ni a limpiar la habitación. Y hacerlo mientras está en clase para, luego, echárselo en cara. ¿Por qué? Porque, en este caso, no existiría ningún tipo de aprendizaje. Solo un desgaste en la comunicación y la relación.

Normas y límites. Esta puede ser la solución

Sin embargo, no todo lo podemos solucionar desde la perspectiva que acabamos de ver. Como ya os adelantaba, muchas veces, lo que nuestros hijos necesitan son normas y límites. Las normas y límites nos ayudan a autorregularnos. El proceso del aprendizaje de la autorregulación y del dominio de sí mismo hay que iniciarlo desde los primeros meses. E ir adaptándolo al momento evolutivo de cada uno de nuestros hijos. Las normas no pueden ser las mismas para un niño de 7 años que para uno de 15.

Con las normas y los límites nos anticipamos a situaciones o conductas que pueden tener consecuencias naturales o lógicas. Enseñan a nuestros hijos qué es lo que tienen que hacer, les muestran el camino y les ayuda a responsabilizarse de ellos mismos. Y, en caso de no cumplirlas, entonces llegarán las consecuencias

Por ejemplo, la norma es que nuestro hijo de 17 años llegue a casa a las 00:00h. La norma ya está puesta, el límite está marcado y negociado con él. Siempre que llegue a casa a esa hora, no será necesario imponer ninguna consecuencia. Él está aprendiendo a autorregularse y a responsabilizarse de sus actos. El día que no lo cumpla, que llegue tarde sin avisar o que decida romper con el acuerdo, entonces será cuando se impondrá la consecuencia. Una buena estrategia puede ser reunirte con tus hijos una vez a la semana para hablar y analizar esos temas que pueden estar resultando más conflictivos en casa. Dialoga con ellos para poder ir resolviéndolos, poco a poco, y de manera natural. Habla con tu hijo, permítele responsabilizarse de las decisiones que toma y deja que experimente las consecuencias de sus errores. Y si consideras que necesitas el asesoramiento de un profesional que te ayude en el establecimiento de las normas, límites y consecuencias, no dudes en ponerte en contacto conmigo. Puedo ayudarte en ese difícil proceso. ¡Te lo aseguro!

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