¿Crees que es posible transformar el sufrimiento en superación? ¿Te has planteado que la tristeza y el dolor que sentimos cuando sufrimos puede convertirse en fuerza y determinación?
La respuesta a ambas pregunta es: sí.
Aunque el dolor físico y el emocional están íntimamente relacionados, a lo largo de esta entrada vamos a centrarnos en el dolor emocional. Eso que experimentamos cuando perdemos algo o a alguien. Cuando nos sentimos solos o tristes. En definitiva, lo que vivimos cuando decimos que “estamos sufriendo”.
Cuando algo nos “duele” emocionalmente, nuestro cerebro se activa para encontrar soluciones y resolver la situación que estamos viviendo. Está preparado para ello.
Sin embargo, tan solo nos pone una condición. Debemos permitirnos sentir y explorar ese dolor para que el mecanismo que se ponga en marcha sea el correcto. Pues, de lo contrario, cuando nos negamos a sentirlo o evitamos hacerlo, el problema no solo no se resuelve, sino que se agrava. Lo que puede llegar, incluso, a hacernos enfermar físicamente.
La respuesta más adaptativa que nos ofrece nuestra mente es el duelo. Ese proceso, inevitable, que nos permite pasar y transformar el sufrimiento en superación.
Esto es inevitable. Porque se trata de la única manera de encontrar la solución y salir reforzados de la situación.
Sin embargo, el ser humano se empeña una y otra vez en negarlo, disfrazarlo de enfado, de fuerza falsa y superficial. Y esto va agrandando, poco a poco, el vacío interior que vamos sintiendo. Cuando la solución está justo delante de nosotros. Tan fácil y difícil a la vez: permitirse vivir el dolor y ver qué mensaje nos quiere decir.
Es posible (y necesario) transformar el sufrimiento en superación
Cuando tengo que explicar esto a mis pacientes de Psicología y Coaching, les pongo siempre el mismo ejemplo. Y hoy te lo propongo también a ti.
Imagina que la emoción, en este caso ese dolor emocional, es un mensajero que viene a traernos un paquete. Como nosotros no hemos pedido nada nos negamos a abrirle. Y nos quedamos detrás de la puerta haciendo como que no estamos en casa. Lo miramos desde la mirilla de la puerta, pero no abrimos. ¿Qué tendrá que hacer el mensajero? Volver una y otra vez a nuestra casa para poder entregar ese paquete y hacer su trabajo. Algunas veces, al coger el paquete será una multa, otras un regalo o sorpresa. ¡No siempre lo sabremos de antemano! Lo único seguro es que, una vez entregado, el mensajero se marchará. Y nosotros podremos decidir qué hacer con eso que nos ha traído.
Con las emociones pasa lo mismo. Son esos mensajeros que llaman a nuestra puerta a traernos un mensaje. Y que, si nos negamos a abril, volverán una y otra vez hasta que consiga que escuchemos eso que nos tiene que decir.
Entonces, la respuesta a la pregunta que planteábamos al comienzo pasa de nuevo por permitirnos transitar ese proceso que llamamos duelo. Y, dentro de él, mas concretamente, ese momento (quizás el mas incómodo) en el que aparecen los miedos en forma de soledad, vacío, angustia, desesperación o futuro incierto.
Es, entonces, cuando se produce el «clic» que nos lleva a la aceptación. Matamos la esperanza, dejamos de luchar contra la realidad, soltamos la ira, la negación, el enfado y nos rendimos.
Ojo, nos rendimos. Que no nos resignamos. Son cosas diferentes que trataré en una próxima publicación.
Cuando esto ocurre, el cerebro ya puede ponerse en marcha y buscar soluciones. Empiezas a ver las cosas tal y como son. Y convertimos ese dolor en fuerza y determinación para salir adelante.
Por tanto, es en ese momento en el que nos transformamos, crecemos y nos superamos.
Ahora que conoces el proceso, cuando lo sientas, recibe en mensaje y confía en tu capacidad para resolverlo. Y, por supuesto, si ves que necesitas ayuda especializada para lograr culminar el camino de transformar el sufrimiento en superación, no dudes en contactar conmigo. He ayudado a otras muchas personas a transitarlo y podré ayudarte a ti también. ¡Aquí me tienes!
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