Hablar de amores de verano en la adolescencia es sinónimo de recordar bonitas historias y momentos irrepetibles. Aunque, no todos ellos con final feliz.

El verano es la época perfecta para el amor. El sol, la libertad, los días largos, los reencuentros con amigos, la ausencia de rutina, estrés y obligaciones, crean el escenario perfecto para que surja el amor. Nuestra mente está relajada y somos mucho mas receptivos para vivir este tipo de experiencias.

Como sabemos, la adolescencia es una de las etapas más intensas de la vida. En ella, los jóvenes sienten un deseo irrefrenable por explorar, probar y conocer. Viven subidos a una «montaña rusa emocional» en la que todo se experimenta con gran intensidad y dramatismo. El amor y las relaciones, también.

Todos, hemos sido adolescentes. Y, antes o después, hemos experimentado la fuerza de los amores de verano. Enamorarse es algo muy bonito. Y, aunque el primer amor normalmente no va a ser ni el mejor ni el definitivo, no me cabe ninguna duda de que dejará una fuerte huella emocional en cada persona.

Nosotros, los padres, no podemos ni debemos prohibir a nuestros hijos este tipo de experiencia. Aún sabiendo de antemano que, llegado el momento de la ruptura, nuestros hijos lo vivirán como un cataclismo. Se quedarán muy afectados y con la sensación de que su mundo se acaba. Y, nunca, podrán a conocer a nadie que les vuelva a hacer sentir así.

Porque, enamorarse a los 16 años significa encontrar a alguien con quien compartir como se sienten cuando ni ellos mismos lo entienden. Cuando no saben exactamente lo que quieren y pasan de quererlo todo a no querer nada. Cuando hay, muchas veces un abismo, entre lo que sueñan y lo que tienen. Ante esa persona, los vínculos que se crean son tan fuertes e intensos que pueden llegar a convertirse en el único objetivo de nuestros hijos.

El papel de los padres ante los amores de verano en la adolescencia

Y, cuando llega ese momento del primer amor de los hijos, el papel de los padres suele ser de contención.

Cuando un adolescente se enamora, todo pasa a un segundo plano. Los padres, los amigos, la familia ya no son importantes. Duermen menos, comen peor, pasan de la risa al llanto en cuestión de segundos y su vida gira en torno a los planes, sueños y opiniones de la pareja elegida.

Como es previsible, no escucharán ningún consejo ni petición de que vayan más despacio. Ni sugerencias de que piensen, se centren o no se expongan demasiado. Porque ellos, viven a mucha mas velocidad que nosotros.

Desde mi experiencia como psicóloga y coach con adolescentes, esto es lo que sugiero a los padres ante la llegada de  los amores de verano en la adolescencia de sus hijos.

#1 – Comunícate mucho con tu hijo y ayúdale a expresar sus sentimientos

Que ahora no seas lo mas importante para tu hijo no significa que no te necesite. ¡Todo lo contrario! Piensa que está experimentando, por primera vez, una serie de sensaciones y vivencias que le desconcertarán y confundirán. En estos momentos, saber que estás ahí para cuando te necesite le dará una dosis extra de tranquilidad. Pregúntale cómo se siente y cómo le hace sentir su “amor”. Deja claro que puede contarte o preguntarte lo que necesite. Y, desde luego, prepárate para abordar momentos o situaciones que te indican claramente que tu peque se ha hecho mayor.

 

#2 – Evita minimizar o infravalorar sus sentimientos

Aunque, como adulto experimentando, sepas que los amores de verano normalmente no llegan a buen puerto, no caigas en quitar importancia a lo que están sintiendo los jóvenes. Porque, realmente ellos lo están experimentando con gran intensidad. Y,  en ese momento es lo mas importante. Empatiza con tu hijo, recuerda tu propia adolescencia y desde ahí podrás acompañarle mucho mejor en esta nueva etapa.

 

#3 – Enséñale lo que es el amor

El amor, a diferencia del resto de las emociones tiene que ser recíproco, es decir, amar es dar y recibir. Si quieres conocer un poco más sobre este tema te animo a leer este artículo dedicado a la importancia de dar y recibir.

Dar a la pareja, estar pendiente de sus necesidades o de lo que le gusta es bonito, sano y equilibrado. Eso sí, siempre que también le pidamos lo que queremos, necesitamos y nos gusta. Las relaciones de pareja tienen que ser relaciones entre dos personas al mismo nivel.

 

#4 – Inculta a tus hijos que NADIE puede o debe obligarles a hacer nada que no quieran hacer

El amor nunca es dependencia, obligación o pertenencia. Su relación tiene que llevar asociada altas dosis de respeto, independencia y libertad. Si tus hijos han aprendido a decir «no», les será mucho más fácil aguantar la presión del grupo y no dejarse arrastrar por las decisiones o peticiones de sus iguales.

 

#5 – Estate cerca cuando la relación llegue a su fin

Cuando la relación llegue a su fin, si es que eso ocurre, es importante que estés cerca del adolescente. Porque, para ellos, esa ruptura es el fin de su mundo y pueden llegar a vivirlo con mucho sufrimiento. No olvides que es la primera vez que pasan por algo similar y no tienen mucha experiencia en resolución de problemas afectivos. O es escasa y nula. Por lo que debes estar atento a sus decisiones o interpretaciones de la situación. Hablad juntos sobre su dolor y permítele expresarlo e, incluso, llorarlo. Ayúdale a asimilar lo que está pasando y lo que siente. Recuérdale que es joven y volverá a vivir situaciones así, aunque ahora no lo vea.

 

Y, sin ninguna duda, si lo necesitas, no dudes en pedir ayuda profesional. Los expertos sabemos cómo ayudarte tanto a ti como a tu hijo. ¡Confía en nuestra experiencia gestionando situaciones complejas con los más jóvenes! Incluidos los amores de verano en la adolescencia.

 

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