Dar y recibir son dos importantísimas capacidades presentes en nuestra vida que, durante mucho tiempo, han sido sumamente «malinterpretadas» por la sociedad.
Todos tenemos bastante claro el valor que tiene dar a los demás. Estamos hartos de escuchar, en diferentes foros o circunstancias, lo importante que es de dar al prójimo. Y, de hecho, nos sentimos bastante satisfechos cuando lo hacemos. Sin embargo, es frecuente que nos olvidamos de su contraparte: recibir.
La capacidad de dar debe llevar unida la capacidad de recibir. Puesto que es necesario para crear relaciones sanas y equilibradas entre las personas. Pero, esta parte nos suele costar algo más.
Te has preguntado, alguna vez, ¿por qué ocurre esto?
Las creencias sociales y religiosas nos dicen que tenemos que dar amor, apoyo y cariño. Y nos recuerdan lo importante que es ser generoso y compartir con el prójimo.
Durante años, a las mujeres se nos educó y preparó para esto: para cuidar, querer, apoyar. Y, como era habitual, se nos dijo que esto era el amor. Sin embargo, durante años, a los hombres se les preparó para dar respuestas y soluciones. Para dar seguridad a la familia y se les dijo que eso era amor.
Por eso, durante años, y poco a poco, en nuestras mentes hemos ido formando una idea errónea sobre lo que es el amor de verdad.
Creíamos que para que nos quisieran teníamos que ser serviciales. Entregarnos a pesar de olvidarnos de nosotros mismos. Y, por supuesto, sin nunca pedir nada a cambio. Sin embargo, eso es un gran error. De hecho, cuando lo hacemos, estamos creando relaciones asimétricas y sin equilibrio. Y, de ese modo, aunque a corto plazo nos sintamos bien, a la larga, nos hace sentir inferiores e insatisfechos.
El amor verdadero. ¿Qué es realmente?
El amor verdadero es el que da. Pero, también, el que pide y acepta lo que recibe. Cuando damos nos sentimos valiosos para la otra persona. Y, cuando pedimos, es la otra persona quien se siente digna de nuestra confianza y valiosa para nosotros. Lo que permite una relación equilibrada y de iguales.
La capacidad de recibir está muy relacionada con nuestra capacidad de ser agradecidos y humildes. También, con el “merecimiento”. ¿El motivo? Porque no vamos a recibir nada que no pensemos que nos merecemos.
- Agradecidos cuando alguien nos brinda su ayuda, cuando nos piropean o nos alaban.
- Humildes para pedir y reconocer que necesitamos ayuda y que estamos abiertos a recibirla.
- Merecedores de todo ello. Porque a todos nos gusta querer y ser queridos y porque todos nos merecemos esa felicidad.
Te invito a que a partir de ahora te hagas algunas preguntas.
Cuándo doy…
¿Me entrego, para qué lo hago?
¿Quiero conseguir algo a cambio?
¿Doy lo que necesito recibir o, por el contrario, doy lo que el otro necesita o se merece?
Y cuando recibo…
¿Me siento merecedor de ello?
¿Lo agradezco o por el contrario le resto importancia o incluso lo rechazo?
¿Estoy recibiendo en la medida que doy?
¿Me siento inferior si recibo?
Piénsalo bien. Porque, aunque no lo sepas, las respuestas a estas preguntas estarán determinando la calidad de tu vida y de tus relaciones.
Y, si después de formulártelas, crees que hay algo que deberías cambiar para que tu vida tenga mas equilibrio. Pero no sabes cómo hacerlo, ni por dónde empezar… ¡ponte en contacto conmigo! Puedo ayudarte y juntos lo vamos a lograr.
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