¿Alguna vez te has visto en la situación de tener que superar el miedo al fracaso? ¿Has abandonado o dejado de intentar cosas incluso antes de intentarlas?

Con esta reflexión me gustaría comenzar este nuevo mes.

Una noche de agosto, charlando con un buen amigo, me contaba que hace años había abandonado una audición para un espectáculo antes de terminarla. Se marchó del escenario. Lo hizo a pesar de que los directores del casting le pedían que siguiese. Abandonó y quien sabe si perdió una gran oportunidad.

Este ejemplo que os muestro, con cariño, es algo cotidiano en nuestras vidas y más habitual de lo que nos pensamos. El miedo al fracaso, a cometer errores, a fallar, a equivocarnos hace que muchas veces evitemos o huyamos de situaciones.

Nuestro enemigo oculto: el miedo

El miedo es una emoción que se da en las situaciones en que nos sentimos amenazados. Percibimos un riesgo o un peligro para nuestra integridad y su finalidad es la de darnos seguridad.

Es decir, el miedo auténtico es necesario y adaptativo para ayudarnos a detectar riesgos o amenazas. Ya que aumenta nuestra seguridad y pone un limite, o barrera, entre la amenaza y nosotros. Lo que hace que esta retroceda o desaparezca.

Hasta aquí todo correcto.

El problema aparece cuando sentimos miedo ante situaciones que realmente no son una amenaza. Porque, ¿dónde está el peligro en intentar hacer algo nuevo o en poner en marcha todos nuestros recursos para llevar a cabo un proyecto? 

Cuando nos negamos la posibilidad de intentar algo por el miedo a fracasar, estamos alimentando a nuestro peor «duende interno». Un duro juez y crítico implacable, que nos coloca en una posición de inferioridad. Nos sentimos intimidados, inferiores y con dudas respecto a nuestra capacidad para conseguir aquello que nos hemos propuesto intentar.

Entonces… ¿Dónde está el peligro en cometer una equivocación o fallar?

La respuesta a esta pregunta tiene su origen en la formación que cada uno de nosotros tenemos sobre las creencias. En relación a lo que significa equivocarse, fallar o cometer un error.

Las personas con una buena autoestima, entenderás el error o el fracaso como parte de un aprendizaje, porque no lo identifican con su identidad. Para ellos, su comportamiento ha sido erróneo. Pero, ellos no son un error.

En cambio, las personas con una baja autoestima se identificarán con el fracaso. De forma que dirán y sentirán que son unos fracasados.

¿Ves la diferencia? En el primer caso, el comportamiento es el que no ha tenido las consecuencias deseadas y, por lo tanto, cambiando el comportamiento, cambiará el resultado, mientras que, en el segundo, es la persona como identidad la que fracasa, quedado totalmente invalidada.

Cómo lograr superar el miedo al fracaso

Sin duda, para superar el miedo al fracaso, el primer paso será darnos cuenta de que realmente lo que sentimos no es miedo auténtico. Quizás, este sea uno de los pasos más complicados porque las personas que lo padecen realmente sienten una verdadera amenaza ante la posibilidad de cometer un error.

Desde mi experiencia como psicóloga y coach te quiero dar un «truco» para identificar el auténtico miedo. Ten en cuanta que todo lo que te bloquee, limite, paralice o te haga sentir incapaz, no es un miedo auténtico. Porque recuerda que el miedo no paraliza, sino que te pone a salvo.

A partir de aquí, y si tienes claro que no estás ante ninguna situación amenazante, puedes aplicar estos 4 puntos para superar el miedo al fracaso:

#1 – Identifica esos pensamientos que te están limitando y colocando en posición de inferioridad

¿Te preocupa que te critiquen? ¿Que vean que hay algo que no sabes hacer? ¿Sientes que vas a decepcionar a alguien al fallar? Ten esos pensamientos a raya y no dejes que condicionen tu vida.

Revisa tu historia personal. El miedo a equivocarse suele aparecer más en personas muy exigentes y perfeccionistas que han recibido una educación estricta. E, incluso en algunos casos, de sobreprotección.

#2 – Reformula el término fracasar

Hazte estas preguntas con sinceridad. ¿Qué importa si realmente fracaso? ¿Qué es lo peor que puede pasar si lo hago? ¿Qué voy a perder? Y lo que es más importante ¿Qué voy a ganar? ¿Qué aprenderé?

Echa la vista de nuevo hacia atrás y revisa todo aquello que has aprendido gracias a atreverte a probar cosas nuevas. Desde montar en bici, conocer al amor de tu vida o el trabajo de tus sueños. ¿O es que la primera vez que montaste en bici tenías claro que lo ibas a conseguir?

#3 – Plantéate metas realistas y reduce tus expectativas

Es posible que la primera vez que hagas algo o te expongas a salir de tu zona de confort, las cosas no salgan perfectas. De hecho, lo normal sería que no fuese así. La excelencia se consigue practicando. Y, con voluntad y perseverancia, llegarás a conseguirlo.

No pierdas de vista tu objetivo y da pequeños pasos que te acerquen a él. Lo ideal es que tengas una pequeña planificación que te ayude a ir acercándote paso a paso hacia aquello que quieres lograr. De esta forma, el nivel de inseguridad e incertidumbre serán menores.

#4.- Ten a mano siempre un plan alternativo

Es posible que las cosas no salgan como habías pensado, pero eso no quiere decir que tengas que abandonar tus proyectos. Cuando nuestra mente piensa en términos dicotómicos de todo o nada, de blanco o negro, de nunca o siempre, nos estamos perdiendo una gran cantidad de opciones y posibilidades.

Flexibiliza tu mente y ábrete a nuevas formas de comportamiento. Atrévete a hacer las cosas distintas y usa el pensamiento creativo.

Recuerda que, aunque las cosas no salgan bien a la primera, no quiere decir que ya no vayan a salir.

 

Por último, pero no por ello menos importante, atrévete a hacerlo.

Las cosas se pueden hacer con seguridad o con inseguridad, con miedo o sin él, y la decisión está en tu mano.

El miedo al fracaso es un falso miedo, puesto que no hay ninguna amenaza en equivocarse. ¡Todo lo contrario! Y, solo aquellos que lo intentan lo consiguen.

Cree en ti y en tus posibilidades. Evalúa tus recursos. Y, si necesitas ayuda, pídela. Porque no puedes conformarte con renunciar a tus sueños y, mucho menos, antes incluso de haberlo intentado.

 

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