Cuidar al cuidador es algo de suma importancia que, con demasiada frecuencia, queda en segundo plano. O, bien, pasa desapercibido entre las innumerables actividades del día a día.

Por definición, el cuidador es “aquella persona que asiste o cuida a otra afectada de cualquier tipo de discapacidad, minusvalía o incapacidad que le dificulta o impide el desarrollo normal de sus actividades vitales o de sus relaciones sociales (Flórez y Andeva, 1997).

Entre sus principales tareas están el cuidado, la asistencia, el apoyo físico y emocional. Además de la atención a las necesidades físicas de la persona a que cuida.

De hecho, su labor es tan importante que, gracias a la acción de Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG), se estableció el 5 de noviembre como el Día del Cuidador. Sin duda, un merecido reconocimiento a todas esas personas que dedican gran parte de su día a otras personas que dependen de ellos.

Cuando una persona asume ese papel, normalmente lo hace por amor hacia ese familiar dependiente, por vocación, responsabilidad u obligación. Sin embargo, no siempre se es consciente de la repercusión que este rol traerá a su vida.

Ser cuidador supone perder la independencia, la libertad para decidir sus horarios, hobbies o vacaciones. Además de la obligación de conciliar el trabajo con el cuidado al otro. Y que la sobrecarga de tareas interfiera en el resto de áreas de su vida. Desde un punto de vista emocional, ser cuidador supone sentirse solo, triste o ansioso y frustrado y en ocasiones dar sin recibir nada a cambio.

Como psicóloga y coach, he atendido numerosos casos de cuidadores que necesitan apoyo profesional para aprender a gestionar esta situación en su vida. Y he comprobado como el cuidador desarrolla estrategias para hacer frente a su realidad diaria.

 

Cómo cuidar al cuidador de forma efectiva

Es bastante común que, en algún momento, todos los cuidadores (en mayor o menor medida) experimentan estrés, depresión, desgana, frustración, trastornos del sueño y agotamiento físico y mental.

Estos síntomas aparecen cuando la persona que cuida se siente tan desbordada por las circunstancias que deja en un segundo plano sus propias necesidades y cuidados

La situación que les rodea les absorbe de tal manera que tienen que dejar de lado a sus hijos, parejas, trabajos, amigos y todas aquellas cosas que les proporcionaban bienestar.

Aceptar esa forma de vida. Y, sobre todo, la sobrecarga que lleva asociada el hecho de que la vida de otra persona dependa de ti, y de tus decisiones, no siempre es fácil.

Para poder cuidar de otros, primero es necesario cuidarse a uno mismo, tener un buen estado de salud física, sentirse bien a nivel emocional y disfrutar una buena calidad de vida. Solo así, podremos ofrecer a la persona dependiente los cuidados que se merece

Pautas para mantener a raya el «Síndrome del Cuidador»

1 – Conocer perfectamente el alcance, repercusión, posibilidad de recuperación y consecuencias de la enfermedad o situación de la persona dependiente. La información es poder y no tenerla puede hacer que se esperen cosas o se generen falsas expectativas que no se lleguen a cumplir. Es mejor saber qué esperar.

2 – Mantener unos buenos hábitos de salud.

  • Alimentarse correctamente. Buscar tiempo y dedicar tiempo a llevar a cabo una correcta alimentación.
  • Buenos hábitos de sueño. Dormir un mínimo de 6 horas diarias, aunque nos e trata solo de cantidad. La calidad del sueño es fundamental. Realiza una correcta higiene de sueño.
  • Realizar ejercicio físico a diario. Necesitamos el ejercicio para estar sanos. Nuestro cuerpo no está diseñado para estar parado.

3 – Aprender a manejar el tiempo para disponer de suficiente ocio. Uno de los principales problemas de los cuidadores es el aislamiento social. El 100% del tiempo se dedica a la persona dependiente. Y, como es lógico, a aquellas actividades que se consideran obligatorias o necesarias. Dejando de lado las relaciones sociales y hobbies, por considerarlos algo prescindible. Los apoyos sociales son elementos protectores de nuestro bienestar emocional. Y, por tanto, elementos necesarios para sentirnos bien.

4 – Buscar recursos externos a los que recurrir para facilitar el cuidado. Tanto de la persona dependiente como del mismo cuidador. Asociaciones, familiares de apoyo, profesionales especializados, serán de gran ayuda en esta situación.

5 – Aceptar que los súper héroes solo son reales en las películas. El cuidador, como cualquier otro ser humano, tiene limitaciones que hay que conocer, aceptar y tener en cuenta. Tener limitaciones no es sinónimo de debilidad.

6 – Ser paciente, comprensivo y compasivo con los pensamientos, emociones, preocupaciones y miedos . Recuerda recurrir siempre a estrategias para afrontarlos.

 

Estos son solo algunos de los aspectos más valiosos para el autocuidado. Todos ellos son fundamentales y deberían tenerse en cuenta cuando se atiende a una persona dependiente. Sin embargo, quiero dejar un lugar especial a uno que, como profesional de la Psicología y el Coaching, considero de los más importantes.

Y, es… aprender a pedir ayuda.

Pedir ayuda es un signo de amor y respeto hacia nosotros mismos. Es aceptar que somos valiosos, pero que no somos perfectos. Y, desde luego, que no necesitamos pasar por la adversidad en solitario.

Por esa razón, te animo a contactar conmigo si estás viviendo una situación complicada a nivel emocional. O no sabes cómo gestionar la dependencia de personas que necesitan tus continuos cuidados y atención. Con la ayuda adecuada, comprobarás que pedir ayuda es sano y nos hace estar sanos.

 

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