Hoy en día, se reconoce la importancia de llevar a cabo una adecuada y eficiente gestión del estrés laboral. Ya que se trata de uno de los principales problemas para la salud de los trabajadores. Y del buen funcionamiento de las entidades para las que trabajan.

La preocupación de mantener los puestos de trabajo. El agobio por demostrar la valía propia. E, incluso, la presión por cumplir con los objetivos definidos, hace que se vivan y sufran situaciones estresantes. Que llegan a ir mucho más allá de lo adecuado. Lo que hace que se obvíen las señales de alarma que da el propio cuerpo.

Y, como resultado, el estés afecta a casi dos de cada tres personas en Europa. Por lo que, ya se ha convertido en un problema serio y con graves implicaciones. Que obliga a las entidades a implantar programas específicos de gestión del estrés laboral.

Qué es y cómo nos «ataca» el estrés

Según la OMS,  «el estrés laboral es la reacción que tiene una persona ante exigencias y presiones laborales que no se ajustan a sus conocimientos y capacidades y por tanto, ponen a prueba su capacidad para afrontar la situación». Por tanto, es el resultado del desequilibrio entre las exigencias y presiones a las que se enfrenta la persona y sus conocimientos y capacidades.

En ocasiones, este exceso de exigencia y presiones o la dificultad para controlarlas puede tener su origen una definición inadecuada del trabajo, una mala gestión o condiciones laborares insatisfactorias.  En otros casos, es la propia persona la que cree que no tiene la capacidad, aunque esto no quiere decir que realmente no la tenga. Es, más bien, una percepción interna sobre su propia valía.

El estrés no es algo que te ataca desde fuera, es tu reacción ante lo que te rodea

El estrés lo generamos nosotros y no todo es negativo. Y, la manera en la que percibimos las situaciones influye en el manejo de las mismas.

De hecho, existen dos tipos de estrés.

El positivo o Eustrés, que es al que nos estimula a enfrentarnos a los problemas. Permite que seamos creativos, tomemos iniciativa y respondamos eficientemente a aquellas situaciones que lo requieran. Y el estrés negativo, que aparece cuando ese primer estado de alerta y energía se mantiene de manera generalizada en el tiempo, produciendo cansancio, fatiga, desgana, irritabilidad y sensación de bloqueo, ente otros síntomas.

El estrés negativo nos «ataca» de diferentes formas. Ya que las manifestaciones del estrés ocurren a tres niveles diferentes: cognitivo, emocional y comportamental. Y lo más preocupante es que tiene repercusión y consecuencias tanto a nivel personal como a nivel organizacional.

A  nivel individual:

  • Angustia e irritabilidad.
  • Poca capacidad de concentración.
  • Dificultad en la toma de decisiones
  • Falta de implicación y compromiso con el puesto de trabajo.
  • Cansancio, fatiga y depresión.
  • Enfermedades físicas como cardiopatías, trastornos digestivos, dolores de cabeza, dolores musculares.

A nivel organizacional:

  • Aumento del absentismo.
  • Menos dedicación.
  • Deterioro en el rendimiento y la productividad.
  • Mayor tasa de accidentes.
  • Aumento de quejas de los clientes.
  • Deterioro de la imagen institucional.

¿Cómo se puede gestionar el estrés laboral?

Desde el punto de vista de las organizaciones, la mejor manera de realizar una buena gestión del estrés laboral es a través de un correcto y amplio análisis de riesgos. Puesto que, a partir de una prevención adecuada, y en función de los datos obtenidos en el análisis, es posible realizar correcciones y una mejora efectiva en las estrategias de redefinición del trabajo. O, incluso, implantar un programa preventivo de la mano de profesionales especializados.

Sin embargo, todo esto no es siempre posible. Por lo que se hace necesario el aprendizaje de estrategias de gestión  emocional por parte de las personas que forman la empresa.

Desde aquí te animo a que, si no sabes por dónde empezar ni como realizar un buen control personal de tu estrés, no dudes en contactar conmigo. He ayudado a muchos profesionales a mantener su estrés a raya. Y, así, mejorar en salud y calidad de vida tanto personal y profesional.

Por eso, es tan importante trabajar el estrés lo antes posible, desde el momento que se detecta. Porque, a medida que mejoran los recursos y adquieren un mayor conocimiento de sus patrones de comportamiento, cambia la percepción de las situaciones. Y, en consecuencia, mejora la capacidad de gestión y la manera de afrontarlas de quien lo está sufriendo en su día a día.

El entrenamiento de la gestión del estrés laboral, permite identificar, de forma precisa, aquellas situaciones que lo causan. Para poder actuar de forma rápida y eficaz ante ellas. Es decir, permite pasar de una reacción automática de estrés a la gestión de las situaciones.

Y, de la misma manera que el estrés repercutía negativamente tanto en el individuo como en la organización, la gestión del estrés en la empresa tiene innumerables beneficios. Entre ellos, un aumento de la motivación, concentración y toma de decisiones en el individuo. Que se traduce en un mejor clima laboral, aumento de la productividad y una mayor adaptabilidad y flexibilidad ante los cambios.

Por ese motivo, invertir en un cambio de pensamiento y en gestión emocional es invertir en bienestar personal y laboral. ¡Te animo a comprobarlo en persona!

“Lo que provoca nuestro sufrimiento no es el problema, sino lo que pensamos sobre el mismo” (Katie).

 

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