Cuando llega el esperado momento de tomar un tiempo de descanso y desconectar en vacaciones son muchos quienes sufren una incómoda sensación similar a perder el control.

Posiblemente, te haya sucedido. Justo cuando, al fin, llega el día más deseado del año, en lugar de sentirte feliz y libre, te invade la ansiedad. O aparece una sensación extraña que no sabes de dónde viene. Pero, que no te deja disfrutar de ese momento en el que vas a ponerte en modo desconexión y descanso.

Los correos sin responder, informes que no terminaste, la reunión que se queda en manos de otro compañero. Te vas… pero con la cabeza llena de temas “pendientes”. Y con el miedo de pensar en lo que te espera a la vuelta.

No te has marchado aún y ya estás pensando en lo que te aguarda al volver.

Si te identificas con todo esto, no te preocupes. Porque, no es que no te gusten las vacaciones o que seas masoquista. A veces, el problema está en que, lo que realmente nos cuesta no es marcharnos… es soltar.  Sentimos que, si no nos encargamos nosotros, las cosas no saldrán bien. Y eso es realmente agotador.

En realidad, nos cuesta desconectar de la necesidad de controlar y nos cuesta delegar. Porque, delegar, es un acto de confianza sobre quien lo hacemos.  

Qué dificultades enfrentamos al perder el control

A muchas personas, sobre todo a aquellas con perfiles más exigentes, les resulta muy difícil (casi imposible) asimilar esa sensación de perder el control. Y es, justo aquí, donde aparecen las dificultades.

1 – Delegar en otros

La primera dificultad es el hecho de tener que dejar que el trabajo lo hagan otros compañeros.

Delegar no es solo un gesto práctico. De hecho, implica mucho más. Es soltar el control y confiar en que la persona a la que has elegido para que te sustituya va a saber hacerlo. Si no como tú, al menos, tan bien como tú.

Y es que, ya sabemos que nadie va a hacer las cosas como las haríamos nosotros. Sin embargo, eso no quiere decir que el resto no sepa hacer su trabajo o que no sean responsables de él. Cuando el control forma parte de tu día a día, cuesta no revisar las tareas varias veces o no preguntar si eso que había que hacer ya está terminado.

Aprender a confiar es parte del crecimiento personal e implica no solo confiar en el otro sino, también, confiar en uno mismo. Saber que lo que hemos hecho es suficiente y que ha llegado el momento de darnos permiso para parar. Porque nuestro valor no está en lo que hacemos. Seguimos siendo valiosos, aunque no estemos trabajando.

Recuerda que el mundo sigue girando, incluso si tú no estés al mando. 

2 – Confundir el compromiso con el exceso de responsabilidad

Hay una línea muy delgada entre ser responsable y ser la persona que coge todos los “hay que…” de la empresa. Creo que me entiendes, ¿verdad?

Te descubres revisando cosas que ya no llevas tú. Asumes tareas que deberían resolver otros. Y, cuando hay que hacer alguna tarea extra, la primera mano que se levanta es la tuya….

En ocasiones, justificamos estas actitudes bajo la excusa de la «responsabilidad». Te animo a echarle un vistazo a un artículo que publiqué en el blog acerca de este interesante tema, en el que explico qué es exactamente la responsabilidad y cuáles son sus límites. Pero, vuelvo a insistir en que detrás de ese comportamiento no siempre está el compromiso.

Tras de ese exceso de responsabilidad hay aspectos mucho más profundos. Entre otros, el miedo a decepcionar, la necesidad de complacer, la autoexigencia y, a veces, el reconocimiento.

Sin duda, el exceso de responsabilidad es una trampa que te desgasta, te frustra y te carga.

Por eso, si quieres aprender a desconectar, es preciso que antes hagas una breve reflexión sobre qué significa para ti el compromiso y la responsabilidad y elimines de tu listado todos esos “asuntos” que realmente no son tuyos.

3 – Desconexión digital

La tercera dificultad con la que tenemos que lidiar es precisamente con la desconexión digital. ¿Te has parado a pensar cuánto nos cuesta dejar de chequear el correo y abandonar los grupos de WhatsApp del trabajo?

En este punto es importante saber que desconectar no significa desentenderse. Por supuesto si existe un “fuego” que nadie, salvo tú, puede apagar, entonces, yo soy la primera que te digo… ¡adelante! Puesto que es tu responsabilidad hacerle frente. Sin embargo, ¿cuántas veces se da una situación así de extrema? (Intenta responderte con verdadera sinceridad).

Desconectar significa recuperar tu energía, tu claridad mental y el equilibrio. No es un capricho. Al contrario, desconectar es una necesidad del ser humano. Por eso, es importante que te des permiso para hacerlo. Ya que, no solo tu cuerpo te lo agradecerá. Tu mente, también, lo necesita.

Igualmente, la necesidad de control vuelve a estar detrás de esta dificultad. Pero no sólo ocurre eso. El miedo a que los demás piensen que no somos lo suficientemente comprometidos. O la creencia de que descansar es un lujo que no nos podemos permitir, también bloquean nuestro descanso. Tenlo presente cuando lleguen tus días de vacaciones.

Pero, ¿y si te digo que cuidarse es también una forma de rendir más y mejor, de relacionarte mejor con los demás y de ser más productivos?

Entonces, a lo mejor, empiezas a verlo desde otra perspectiva.

Claves para desconectar en vacaciones de forma 100% efectiva

Si este año quieres hacer un cambio, disfrutar un buen descanso y darte permiso para marcharte de vacaciones sabiendo que a tu vuelta podrás afrontar las cosas de mejor manera, aquí tienes unas claves que te ayudarán a conseguirlo.

Te animo a tenerlas muy en cuenta para que esos días sean realmente una fuente de bienestar y salud para ti.

1.- Revisa las cosas que hay que hacer en tu ausencia, separando aquellas urgentes de las importantes y de lo que puede esperar.

2.- Habla con tu equipo para explicarle todo lo que ya ha quedado hecho y qué tienen que asumir ellos. Tendrás más tranquilidad si te tomas todo el tiempo que necesites para elegir a las personas sobre las que vas a delegar el trabajo. Y asegúrate de que saben, perfectamente, lo que tienen que hacer y cuándo.

3.- Acepta que no todo estará perfecto. No olvides que las cosas pueden salir bien, aunque no se hagan como tú esperabas.

4.- Aprovecha para aprender a gestionar emocionalmente tu incomodidad. Al principio, es normal que te cueste parar y que eso te genere incluso incertidumbre. No lo niegues y escucha lo que esa sensación te está queriendo decir.

5.- Confía. En los demás, en el proceso y en ti. Te mereces descansar sin sentirte culpable.

Te escribo este post desde mi propia experiencia personal. A mi me cuesta mucho parar y aprovecho todas las ocasiones que se me presentan para practicar y cuestionar esos pensamientos que me asaltan y me limitan. Porque, parar no es una pérdida de tiempo. Es una inversión en mi y en los que me rodean.

Me despido recordándote que, si ves que necesitas ayuda para lograr esa deseadas desconexión, solo tienes que contactar desde aquí conmigo. Como psicóloga y coach no solo trabajo a nivel individual sino también apoyo a equipos profesionales. Y, por eso, sé que este tema es uno de los que dificultades crean, en épocas de vacaciones, a quienes tienen un equipo de personas a su cargo.

Te deseo un feliz descanso vacacional y una sana desconexión.

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