Todos, en algún momento de nuestra vida hemos caído en eso que los psicólogos llamamos rumiaciones.

O lo que es lo mismo, esos pensamientos en bucle, repetitivos y normalmente negativos que parece que se quedan enganchados en la mente e impiden que te centres en otra cosa que no sea en ellos. No hay forma de quitártelos de la cabeza. Y, sin ser excesivamente peligrosos, son muy limitantes para el que los sufre.

En algún momento de tu vida, estoy segura de que has estado dándole vueltas y vueltas a algún tema, conversación pendiente, o conflicto a resolver, con el objetivo de encontrar la mejor solución posible. Sin embargo, lejos de encontrarla, empezaste a sentir un gran malestar y la imposibilidad de salir de ese bucle en el que te habías metido.

Si es así, y te suena esta situación de la que hablo, te animo a seguir leyendo para entender por qué nos pasa eso. Y, sobre todo, qué hacer para gestionar esta situación.

Cuándo aparecen las rumiaciones y qué características tienen

Los pensamientos rumiantes surgen en nuestra mente en forma de monólogo verbal. De hecho, la persona que lo experimenta habla consigo misma. O con un tercero, a quien pregunta o acusa de ser el responsable de algún acontecimiento que normalmente es negativo o traumático. También, suele repasar mentalmente, una y otra vez, una situación pasada, sobre la que siente culpa, malestar, vergüenza o sufrimiento.

Por ejemplo, imaginemos el caso de una infidelidad, despido, o incluso la muerte de un ser querido. Podemos recordar una y otra vez la reunión en la que fuimos despedidos o el accidente que provocó la pérdida de ese amigo o familiar, buscando otras opciones o posibilidades que nos hubiesen llevado a un desenlace diferente.

Por tanto, el pensamiento rumiante tiene un carácter repetitivo, pero carece de afecto y de acción. No resuelve nada. Se limita a señalar situaciones, aspectos o elementos que son inaceptables para la persona que lo sufre. No hay emoción, solo palabras y cogniciones. Precisamente, por ese motivo, es por el que no hay acción posible. Es como si estuvieses metido en una rotonda dando vueltas sin posibilidad de coger ninguna salida.

De hecho, si el pensamiento estuviese acompañado de una emoción, se generaría la energía necesaria para poner en marcha alguna acción que resolviese, en algún sentido, la situación por la que la persona está pasando.

Por eso, son sumamente invalidantes. Son sueños, fantasías o suposiciones sobre la realidad, pero no pueden modificar lo que realmente ha pasado. Y, si están centradas en el futuro, no se pueden llevar a cabo.

Pero no podemos renegar simplemente de ellos. Ya que, en sí mismos, son una respuesta de supervivencia. Una forma de afrontar situaciones con el objetivo de intentar ejercer un control sobre las cosas que nos pasan.

La mente intenta encontrar la manera de reparar un acontecimiento que nos hace sentir inseguros o que suponen un fuerte impacto para nosotros.

Todos podemos caer en ese círculo vicioso que son los pensamientos rumiantes. Sobre todo, si atravesamos momentos de gran estrés y ansiedad. Y, si a esto le sumamos una personalidad excesivamente controladora, inflexible, exigente y perfeccionista, las probabilidades se multiplican.

¿Qué hacer para poder salir de ese bucle que son las rumiaciones?

En primer lugar, y lo más importante, sería cambiar el “por qué” por el “cómo”. Me explico.

Si observas este tipo de pensamiento, verás que normalmente está centrado en un detalle en concreto o en algún aspecto en particular. Pero no ve la situación en su conjunto. Está enfocado en el problema, en lo que lo causó o en las consecuencias que ha tenido para nosotros. Aunque, sin buscar la solución.

Por eso, si en lugar de preguntarte «por qué» te planteas el «cómo», te será más fácil ponerte en marcha y buscar alternativas para solucionarlo o aceptarlo. Si es que estás ante un caso ante el que no haya solución posible.

¿Cómo puedo salir de esta situación?

¿Qué puedo hacer para encontrarme mejor?

¿Cómo puedo seguir adelante?

Estas son algunas de las preguntas que puedes hacerte y que, sin duda, te ayudarán a mejorar.

A partir de aquí, te sugiero seguir estos pasos.

1.- Expresa lo que sientes ante ese hecho en concreto

Como te decía antes, el pensamiento rumiante carece de emoción. Y es precisamente por ese motivo por el que te quedas enganchado a él.

Descubre la emoción que subyace al pensamiento, lo que te hace sentir y exprésalo. Habla de ello, escríbelo, llóralo o incluso grítalo. Todo será mejor que callar y negar que detrás de ese pensamiento existe un dolor, un sufrimiento, un miedo o una pérdida a la que debes atender.

2.- No intentes controlarlo reprimiéndote o regañándote por tenerlo

Ten en cuenta que frases como “no pienses en ello”, lejos de ayudarte, lo reforzarán.

Escúchalo y acoge ese pensamiento para comprenderlo. ¿Qué necesidad tuya quiere cubrir? Y cuando lo descubras, comprométete con conductas y acciones que realmente te ayuden a reparar el hecho en sí.

3.- Acepta tu fragilidad y lo impredecible de la vida

Suelta esa fantasía que supone creer que el ser humano está por encima de todo y puede controlar todo. Mejor, acoger las infinitas posibilidades que nos ofrece la vida.

No puedes controlar todas las opciones. Siempre habrá algo que se escape a tu control. Saberlo y, sobre todo, aceptarlo, es necesario para centrarte en lo que, sí que puedes controlar (que no es más que tu momento presente).

4.- Practica mindfulness, meditaciones, yoga o cuaquier otra actividad que te conecte con el presente

Recuerda que puedes contrarrestar esos pensamientos negativos con otros positivos que te ayuden a suprimir tanta negatividad y te pongan en contacto con el momento actual. Además, te ayudará a gestionar mejor el estrés y la ansiedad. Algo que, como te decía, puede predisponer a las rumiaciones.

Esos pensamientos suelen estar motivados por situaciones o hechos pasados. De modo que conectarte con el “ahora” relajará ese control mental al que estás sometido.

Me despido por hoy insistiendo en que el pasado… pasado está. Y, como sobre él no podemos hacer nada salvo aprender, centra tu atención en el presente. Para que, desde ahí, puedas crear ese futuro que deseas. 

Te animo a que hagas la prueba y verás como ganas en tranquilidad y calidad de vida. Y, por supuesto, si crees que las rumiaciones están convirtiéndose en un problema en tu vida y necesitas ayuda de una experta, no dudes en contactar conmigo y contarme tu situación. Como psicóloga y coach, podré ayudarte a salir de ese círculo vicioso.

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