Si existe una palabra habitual en nuestro vocabulario esa es la frustración. La usamos constantemente y nos referimos a ella, de forma ya mecánica, como algo negativo en nuestras vidas.
Sin embargo, ¿has pensado alguna vez qué es realmente? ¿Ante qué situaciones aparece? Y, ¿cómo puedes manejarla?
Los expertos en Psicología, Dollard, Doob, Miller, Mowrer y Sears (1939) la consideraron «una interferencia entre una secuencia de respuestas que se dirigen hacia una meta».
La frustración es la respuesta emocional que tenemos cuando las cosas no salen como habíamos pensado. O cuando no somos capaces de conseguir o satisfacer nuestros deseos
Como es de suponer, suele ser bastante incómoda para el que la siente. Y el problema es que, en demasiadas ocasiones, nos impide volver a imaginar o proyectar nuevos proyectos. Ya que, junto a ese deseo, aparece el miedo a que nos vuelva a pasar. A no volver a conseguirlo. Y a volver a fracasar. Es decir, tendemos a generalizar el resultado que hemos tenido en un hecho en concreto, al resto de situaciones similares.
Si atendemos a esta definición, parece claro que no todos nos vamos a frustrar ante las mismas situaciones. Lo que a unas personas les puede frustrar a otras no. Porque, todo depende de nuestra vulnerabilidad, expectativas, interpretaciones.
Y, de ese modo, las personas con un pensamiento rígido, inflexible y con poca capacidad de adaptación serán aquellas que más lo sufran.
Gestionar la frustración en positivo
Para empezar a gestionar la frustración, lo primero que tenemos que reconocer es que, en la vida, no siempre vamos a conseguir todo lo que deseamos. Ni tampoco, en el momento exacto en el que queramos.
Pensemos en los niños sin ir más lejos.
¿Cuántas veces al día pueden escuchar la palabra «no» ante alguna de sus peticiones? Muchas. Y todas esas negativas que reciben, les ayudan a ser más tolerantes a la frustración y a crear sus propios recursos y herramientas para combatirla. Así como a aprender a gestionar la rabia y la impotencia al no ver cumplidos sus deseos.
Por eso, lo primero que debemos hacer es aceptar que las cosas no siempre son como nos gustaría. Y que, cuanto antes lo asumamos, antes dejaremos de luchar con la realidad que vivimos y podremos empezar a cambiarla.
Lo que nosotros teníamos pensado que iba a pasar puede distar bastante de lo que pasa realmente. Pero, no por eso la realidad tiene que ser peor. Simplemente será diferente. Aceptar es vivir plenamente con las cartas que nos han tocado, no con las que pensábamos que nos iban a tocar. Solo así, conseguiremos disfrutar del camino hacia la consecución de nuestros sueños.
Otro de los ingredientes de la ecuación para la gestión de la frustración será normalizar, entender y desdramatizar las pérdidas. Es bueno acostumbrarnos a perder. Cuando digo «perder», no me refiero solo a cosas materiales.
Nuestro día a día está repleto de pérdidas. Cada vez que elegimos o tomamos una decisión, perdemos algo. Unas son más dolorosas que otras. Pero, todas, encierran detrás una gran oportunidad. Las pérdidas nos dan la posibilidad de buscar otras alternativas de solución. Es posible que las cosas no hayan salido tal y como esperabas, pero tienes la posibilidad de crear otras opciones.
Por eso, te animo a que cada vez que sientas esa frustración que te incomoda y enfada, la sustituyas por un momento de reflexión en el que buscar alternativas. En muchas ocasiones, aunque no sea tal y como pensábamos, seguimos teniendo la posibilidad de conseguir nuestro sueño u objetivo. Y, aunque no sea así, si nos damos un poco de tiempo, veremos cómo esa puerta que se nos cerró ha dejado paso a otra que se abre ante nosotros.
Y es aquí donde quiero añadir la tercera clave, la flexibilización del pensamiento. Estamos acostumbrados a pensar en términos de todo o nada, de blanco o negro, sin embargo, la realidad es que las cosas no son así. Los logros, los objetivos, los sueños no se consiguen de esta manera. ¡Todo lo contrario! Avanzamos en la vida haciendo zig-zag. Así, unas veces avanzamos y otras retrocedemos un poco y… no pasa nada. Cada avance es un empujón y cada retroceso una oportunidad para buscar, entre esa escala de grises, que hay entre el blanco y el negro.
Y recuerda…
Cuanto más flexibles de pensamiento seamos, más tolerantes a la frustración seremos. Y, por tanto, más aprovecharemos la vida para crecer con ella y en vez de luchar contra ella.
Una frustración mal gestionada nos convierte en personas:
- Ansiosas, con escasa capacidad de gestión de las emociones.
- Impacientes y exigentes, con poca tolerancia a la espera y la postergación.
- Irascibles, ya que la frustración suele proyectarse hacia las personas del entorno en forma de ataques de ira.
- Manipuladoras, porque con tal de conseguir sus deseos, manejan todo a su antojo y chantajean.
- Inseguras y dubitativas, debido a que el miedo al lleva directamente al fracaso.
La sensación de frustración es desagradable, sí. Pero, te animo a que a partir de ahora, cambies tu actitud y tu diálogo interior. Para que asumas la frustración como parte de un proceso de aprendizaje que te ayudará a crecer y a crear posibilidades hasta ahora invisibles para ti.
Confía en ti y pon el práctica estas pautas que te indico. Y, si ves que el camino se hace algo complicado, no dudes en contactar conmigo para que con mi experiencia pueda ayudarte. ¡Ánimo y a por ello!
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