Antes o después, todos tomamos la decisión de incorporar hábitos saludables en nuestra vida.

Esa decisión, al igual que cada una de las que tomamos, tiene un impacto sobre nuestro bienestar, tanto a nivel psicológico como emocional.

Pero ese bienestar, que ansiamos, no se alcanza pretendiendo estar bien y felices todo el tiempo. Sino encontrando un equilibrio entre nuestras emociones, pensamientos y comportamientos. Sabiendo que, en determinados momentos, la vida nos pondrá por delante situaciones que nos harán sentirnos tristes, enfadado, frustrados o ansiosos. Pero que, aun así, dentro de nosotros encontraremos la fuerza y determinación para hacerles frente y buscar soluciones.

Lamento decir que no hay manera de evitar esto.

Como sabes, en la vida no todo es bonito ni siempre se puede estar feliz. Hay veces que las cosas no salen como queremos y nosotros debemos estar preparados para ello.

Y en esos momentos, nuestros hábitos, tanto aquellos que tienen que ver con nuestro equilibrio físico como los enfocados en la parte emocional, serán nuestros grandes aliados.

Si son tan beneficiosos, por qué abandonamos los hábitos saludables

Tener incorporadas rutinas que nos hagan sentir fuertes y nos acerquen al equilibrio es clave para poder afrontar las situaciones del día a día.

Sin embargo, muchas veces, son precisamente esas rutinas y hábitos saludables los que primero dejamos de lado cuando las cosas van mal. Dejamos de hacer ejercicio, comer saludable, nos aislamos.

¿Por qué nos pasa esto?

El abandono de estos hábitos saludables suele ocurrir por una mezcla de factores psicológicos, emocionales y fisiológicos.

De modo que, cuando nos sentimos mal, nuestra energía se reduce. Porque nuestro cerebro prioriza el uso de recursos hacia funciones mas básicas y urgentes, que él interpreta como necesarias para enfrentar el malestar. Dejando de lado cualquier cosa que identifique como una amenaza.

Este es el motivo por el que, cuando nos sentimos mal o estamos estresados, solemos optar por comidas poco elaboradas o sentimos que no podemos tirar de nuestro cuerpo para hacer ejercicio. Preferimos comer cualquier cosa y ver lo primero que aparezca en la tele.

Al fin y al cabo, esas acciones nos aportan una gratificación inmediata. Y, precisamente, eso es lo que queremos cuando nos encontramos mal.

No nos importan tanto las gratificaciones a largo plazo que nos ofrecen el ejercicio y la comida saludable. Nosotros lo que queremos es sentirnos mejor al instante. Sin perder ni un minuto: justo en ese momento.

Cuando estamos desanimados, tristes o estresados, a esas variables tenemos que sumarle que la motivación intrínseca (es decir, eso que hacemos porque simplemente nos satisface) tiende a disminuir. Y, con ella, todos los hábitos que requieren de nosotros un compromiso. Por ejemplo, leer para aprender o estudiar. Estas emociones negativas que estamos sintiendo interfieren con nuestra percepción y nos hacen creer que las cosas que hacemos y el esfuerzo que invertimos, no merecen la pena.

Cuando abandonamos un buen hábito, es normal que surja la culpa. Eso genera más estrés o tristeza. Y refuerza el abandono de hábitos porque nos sentimos incapaces. Y este es el motivo por el que nos metemos en círculos viciosos de los que nos cuesta salir. Nos sentimos peor porque abandonamos nuestros hábitos y abandonamos nuestros hábitos porque nos sentimos cada vez peor.

¿Cómo rompemos este círculo? A continuación, te doy unas cuantas claves perfectas para lograrlo.

Cómo recuperar hábitos saludables con los que mejorar la vida

En primer lugar, recordemos que un habito es un comportamiento que repetimos con regularidad hasta que se vuelve automático. Es decir, se forma a través de asociaciones y repeticiones que se quedan arraigadas en nosotros.

Y crearlos o cambiarlos no es solo un ejercicio de fuerza de voluntad. Más bien es un proceso en el que intervienen, además de la conciencia y la determinación, nuestra mente, nuestro cuerpo y el entorno.

Para lograr implementar en nuestra vida hábitos saludables primero debemos identificar cuáles son los que mas nos benefician así como los que pueden estar limitándonos.

Toma conciencia y piensa por qué tienes ese hábito que sabes que te está limitando. Pregúntate qué estas obteniendo de él.

Porque, aunque resulte difícil creerlo, todo lo que hacemos tiene para nosotros, un beneficio oculto. Saberlo te ayudará a crear estrategias para cambiarlo.

Una vez identificados, definir unos objetivos concretos y realistas te permitirá trazar un camino claro hacia ese cambio que quieres lograr. No los pierdas de vista, porque serán tu brújula en momentos de dificultad.

Por último, comprométete contigo y con tu bienestar. Adoptar un hábito no es cuestión de hacer deporte una semana o comer saludable durante un mes.

Adoptar un habito es un acto de amor propio que te lleva a elegirte cada día. A ser constante, valiente y lo suficientemente consistente como para consolidar esas nuevas rutinas, incluso cuando las circunstancias no sean las adecuadas. Ten presente que, adquirir un nuevo habito, requiere de ti que aprendas a regular tus propias emociones para que no sean ellas las que decidan por ti.

Por supuesto, no tienes que afrontar esos cambios en solitario.

Al contrario, sera mucho mas fácil si te apoyas en familiares, amigos o incluso en profesionales de la Psicología y el Coaching.

Con ellos podrás reconocer, compartir y celebrar cada avance o pequeño logro. Por modesto que sea, todo cuenta y te servirá de motivación para seguir adelante.

Y, de la misma manera, compartir los errores y los retrocesos te ayudará a verlos como lo que son: una oportunidad de aprendizaje. Si algún día fallas, no pasa nada, tan solo analiza lo que ha sucedido y utiliza esa experiencia para ajustar las estrategias que estás usando.

Como te decía al principio, cada acción cuenta y cada decisión que tomas a favor de esos hábitos saludables, te acerca un poquito mas a conseguir ese ansiado bienestar.

No quiero terminar este post sin poner unos ejemplos sobre hábitos que está contrastado que nos ayudan a sentirnos mas equilibrados.

Quizás, a ti te resulte muy fácil definir aquellos que tienen que ver con nuestra salud física. Por ejemplo, caminar 30 minutos al día, tener una dieta saludable, hacer ejercicio, dormir 8 horas…

Pero puede que no te pase lo mismo con los hábitos emocionales.

Por eso, aquí tienes tres ejemplos que, desde mi experiencia, pueden ayudar a que te sientas mucho mejor.

1.- Practica la gratitud. Dedica unos momentos cada día para reflexionar sobre las cosas por las que estás agradecido. Te ayudará a mejorar tu perspectiva y te conectará con emociones positivas.

2.- Establece límites saludables. Aprende a decir «no» cuando sea necesario. Te ayudará a proteger tu bienestar emocional y a priorizar lo que realmente es importante en tu vida.

3.- Medita o practica mindfulness. Dedica 10 o 15 minutos diarios a meditar. Te ayudará a reducir tu estrés y regulación emocional.

Finalmente, te recuerdo que aquí me tienes si crees que contar con la ayuda de una profesional de la salud mental ( a través de la Psicología y el Coaching) puede ayudarte. A veces, solos no somos capaces de avanzar. Pero, con la compañía adecuada, todo se hace mucho más fácil.

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