Cuando se habla de «adicciones» se suele pensar en drogas y alcohol. Pero, más allá de estos dos tipos, hay otro realmente peligroso: las adicciones conductuales o adicciones sin sustancias.
Para la OMS (Organización Mundial de la Salud), una adicción es “una enfermedad física y psicoemocional que crea una dependencia o necesidad hacia una sustancia, actividad o relación”. Las adicciones se caracterizan por un conjunto de signos y síntomas en los que influyen factores biológicos, genéticos, psicológicos y sociales.
Por lo tanto, aunque en un primer momento, al hablar de adicción, nuestra mente lo relacione con drogas o alcohol, la realidad es que también existen adicciones a actividades, como el juego, las compras y el sexo. O a determinado tipo de relaciones, como son las relaciones de dependencia.
Todas ellas generan, en la persona que las padece, comportamientos compulsivos que van a impactar en prácticamente todas las áreas de su vida. Porque, aunque en un primer momento les proporciona una recompensa emocional, de reducción de la ansiedad o de aumento del placer, con el tiempo, las conductas se vuelven difíciles de controlar y les genera una gran pérdida de libertad. Creando en el adicto, sentimientos de culpa, vergüenza o aislamiento.
Y… ¿cómo afectan las adicciones conductuales a quienes las sufren?
Las personas que conviven con adicciones conductuales sacrifican parte de sus actividades sociales, recreativas y personales para dedicar tiempo a la actividad que les obsesiona. Lo que altera sus propios valores y prioridades.
Por ejemplo, alguien con adicción a las compras puede ver afectada su estabilidad financiera y bienestar emocional. Mientras que una persona con adicción a las relaciones sexuales puede perder su independencia personal y sentido de identidad. En todos los casos, el patrón es similar: la actividad toma el control, dejando otras áreas de la vida en un segundo plano.
Factores que influyen en el desarrollo de este tipo de adicciones sin sustancias
Hay dos tipos de factores: los psicológicos y los sociales o culturales.
#1 – Factores psicológicos
En primer lugar, tenemos factores psicológicos, como pueden ser el estrés o una baja autoestima. Muchas personas recurren a las compras como forma de lidiar con situaciones estresantes, gestionar emociones complicadas (que no quieren admitir) o mejorar la valoración que tienen de sí mismas.
¿Quién no ha escuchado la frase “estoy depre, me voy de compras”?
#2 – Factores sociales y culturales
En segundo lugar, tenemos los factores sociales y culturales, que promueven el consumo o la gratificación inmediata.
En nuestra sociedad, ciertos comportamientos adictivos son, incluso, incentivados, normalizados o idealizados. El papel de los factores sociales es especialmente relevante cuando hablamos de actividades que, a primera vista, parecen inofensivas o valoradas socialmente. Entre otras, están el trabajo, el ejercicio, las compras o el uso de redes sociales.
Actividades como el trabajo excesivo, la dedicación a los entrenamientos o la exposición constante en redes suelen ser vistas como reflejo de esfuerzo, éxito o estilo de vida saludable. Esto crea una presión invisible que impulsa a las personas a seguir y profundizar en estas conductas. Para quienes buscan aprobación, o validación, en sus círculos sociales o a través de likes y comentarios en redes sociales, este refuerzo social se convierte en algo motivador.
Como ves, ambos factores están relacionados. De manera que, cuanto mas vulnerable sea la persona desde el punto de vista emocional o psicológico, mas se verá influenciada por los factores sociales y culturales. Ya que, muchas de estas conductas, aparecen como una vía de escape a emociones o experiencias dolorosas.
Esto no quiere decir que todas las personas, a las que les guste ir de compras, tengan relaciones sexuales o sientan motivación por su trabajo, sean «personas adictas».
Señales de alarma que «avisan» de existencia de adicciones conductuales
En este punto, es importante distinguir entre la dedicación intensa o el disfrute y una adicción. Para distinguir una de otra, la clave está en la capacidad de desconectarse sin experimentar culpa, ansiedad o malestar. Una persona puede trabajar largas horas o disfrutar comprando ocasionalmente sin desarrollar una adicción. Pero, cuando la actividad se convierte en un refugio, un escape de otros aspectos de la vida o una compulsión incontrolable, podríamos estar hablando de una adicción conductual.
Además, existen algunos indicadores que tenemos que tener en cuenta. Y que nos pueden poner en la pista de la presencia de este tipo de adicciones.
El primero, y quizás más generalizado, es la falta de conciencia del problema o enfermedad. Las actividades o conductas, por si solas, no se perciben como un problema. O, incluso, como es el caso de la adicción al trabajo, pueden estar promovidas socialmente. La persona que la padece no siente que tenga un problema. Se siente una persona comprometida o apasionada por algo o alguien. Sin embargo, el impacto que esta dedicación, pasión o compromiso genera en su vida, nos indica lo contrario.
A partir de aquí, debemos estar especialmente atentos:
✓ A la aparición de pensamientos obsesivos sobre la actividad o relación en cuestión.
✓ Pérdida de control sobre el comportamiento, que se vuelve difícil de manejar. Incluso, cuando la persona intenta voluntariamente detenerlo.
✓ Escalamiento progresivo del tiempo que la persona dedica a dicha relación o actividad y el impacto que esto tiene sobre el resto de áreas de su vida.
✓ Los sentimientos de vergüenza o culpa por dichos comportamientos.
Si tú o una persona de tu entorno está sufriendo estos síntomas, es hora de ponerle freno y preguntarte: ¿cuál es el propósito de esa actividad o relación? ¿Está respondiendo a alguna necesidad emocional no resuelta?
Es importante entender que la mayoría de personas no buscan ayuda directamente por la adicción. Como te decía al principio, muchos de los comportamientos pueden estar socialmente incentivados y normalizados. Y solo buscan ayuda para resolver los conflictos que dichos comportamientos suelen llevar asociados. Y pueden ser tanto problemas de pareja como familiares, laborales o financieros.
La toma de conciencia del problema se hace en ese proceso de búsqueda de ayuda.
Me despido, por hoy, animando desde aquí a buscar ayuda profesional siempre que se sospeche de estar ante alguna de las adicciones conductuales. Los expertos podemos ayudar siempre a identificar el origen de esa conducta y superar los patrones que mantienen esa adicción.