Quienes somos padres, sabemos lo frecuente que es aprender de los hijos. En nuestro día a día. E, incluso en las circunstancias menos esperadas.

Porque, no es algo nuevo pensar que nuestros hijos son nuestros grandes maestros. Si prestamos atención, vemos como nos dan verdaderas lecciones y curas de humildad prácticamente a diario. Y, sin duda, son una fuente inagotable de aprendizaje.

En una de las formaciones para padres que imparto, hablo precisamente de esto. De como nuestros hijos nos enseñan a mirar ahí donde mas tenemos que mejorar nosotros. Como suele decirse, “donde más nos duele”. Y eso es, precisamente, algo que he estado viviendo durante este confinamiento.

La verdad es que algunos padres se sorprenden cuando les pregunto, ¿qué te enseña a ti tu hijo?. Incluso recuerdo que hubo uno que se molestó, alegando que no era el niño el que tenia que enseñarle nada. Puesto que él era el adulto. ¡Nada mas lejos de la realidad!

Hoy te hablo, en primera persona, de la valiosa lección de gestión emocional que me ha dado mi hija durante estos meses. Si sigues leyendo, descubrirás a qué me refiero.

 

Aprender de los hijos incluso en situaciones complicadas

Desde el primer momento y, pasadas las normales “bromitas” sobre los beneficios de no ir al colegio, mi hija adolescente, aceptó que, de un día para otro, tendría que dejar de ver a sus amigos y adaptarse a recibir las clases online. Tuvo que aprender a organizarse y se comprometió a ser constante para no bajar sus resultados.

Se adaptó también a dejar todas las actividades extraescolares que hacía. Entre otras, su deporte y teatro. Y buscó alternativas, en casa, para poder estar distraída. No os voy a negar que el móvil y Netflix han ayudado bastante. Pero, bueno, nosotros también disponíamos de esto y nos hemos quejado bastante más.

Este es otro punto a destacar. En casi ningún momento, la he escuchado quejarse por la situación. Ella se dedicaba a vivir el momento y disfrutar de las cosas que «sí» podía hacer. Por supuesto que se acordaba de sus amigas, de sus clases y de sus bailes. Pero eso, no la sumía en una constante queja y desesperación.

Los niños tienen la fabulosa capacidad de vivir el «aquí y ahora» con lo que tienen a su alcance

También nos ha enseñado, nuestra hija, a sentir y luego soltar. ¡Es increíble como ellos son capaces de experimentar un sinfín de emociones sin quedarse enganchados durante días a ninguna de ellas!

De modo que, si ahora toca reír… pues reímos.

Luego llorar… y se llora.

Y si toca enfadarse, pues también nos enfadamos. Pero, luego, seguimos adelante.

La de discusiones y problemas que nos ahorraríamos los adultos si fuésemos capaces de hacer esto. ¿Lo imaginas?

Y, ¿qué me decís de la capacidad de disfrutar?. Si hacíamos galletas, ella hablaba de lo ricas que habían salido. Mientras, yo me preocupaba de lo que iba a engordar.

La realidad es que no hay nada mas importante y bonito en la vida que disfrutar de lo que poseemos. Creo firmemente que ahí radica la verdadera felicidad. Y, para eso, no lo dudes, los mejores maestros son los niños.

Con esta experiencia que he contado, no quiero decir que todo con ella y para ella sea un camino de rosas. ¡En absoluto! Tiene 13 años y está en plena adolescencia. Por lo que… no, no todo es fácil.

Sin embargo, si miro hacia atrás y veo estos meses que han pasado, me siento profundamente agradecida por todo lo que nos ha aportado y apoyado.

Capacidad de adaptación, resiliencia, aceptación y disfrute: cuatro máximas en tiempos de pandemia.

La verdad es que no saldremos a aplaudirles a las ventanas, pero de alguna manera, ellos también son pequeños héroes de cada una de nuestras historias familiares. Y nos han enseñado, en los peores días, que es posible aprender de los hijos.

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