A todos nos suenan expresiones como «tienes que poner límites en casa». O, «a los hijos es imprescindible ponerles límites si quieres evitar problemas futuros».

La realidad, es que todos necesitamos límites. Aunque no nos gusten, aunque nos quejemos de ellos, los límites nos ayudan a autorregularnos, a saber, por dónde podemos o no podemos tirar. Y, también, a sentirnos seguros.

Necesitamos limites para nosotros mismos y también es importante que aprendamos a ponérselos a los demás.

En la entrada de hoy me voy a centrar en los límites para los adolescentes. Sin embargo, no quiero que olvides que poner límites es algo necesario para la vida de las personas. Ya que, solo a través de ellos, podemos sentirnos realmente seguros.

Cuando no lo hacemos, cuando no decimos que «no». Cuando intentamos complacer las 24 horas del día, estamos favoreciendo el desequilibrio en nuestras relaciones y sembrando futuros conflictos. Si quieres conocer más acerca de «cómo aprender a decir no», te animo a echarle un vistazo al artículo que dediqué a este tema.  

Pero volvamos a nuestros adolescentes.

¿Por qué nos cuesta poner límites?

A algunos padres les cuesta poner límites y decir que NO a sus hijos. Lo ven como algo negativo que puede estropear la relación que tienen con ellos. O, incluso, piensan que les están haciendo sufrir cuando ven a sus hijos llorar o enfadarse por no querer cumplirlos.

Los motivos por los que esto sucede pueden ser diferentes. Sin embargo, normalmente, tienen mucho que ver con lo que ellos mismos piensan o sienten sobre los límites.

Algunos padres no desean “dominar” en la relación. Y buscan ser más tolerantes, amistosos, menos rígidos y autoritarios que los padres de antaño.

Les gustaría que fuesen los propios hijos los que se diesen cuenta por sí mismos de lo que pueden o no pueden hacer. Su objetivo es que se conviertan en personas libres e independientes. Pero sin tener en cuenta que, para que esto ocurra, primero debemos enseñarles a hacerlo.

Otros, en cambio, pasan poco tiempo con ellos, ya sea por trabajo o porque viven separados. Y, en ese caso, no quieren enturbiar ese poco tiempo del que disponen con peleas o malas caras. Prefieren no tener conflictos y resultan ser demasiado permisivos.

Porque, inevitablemente, habrá momentos en los que nuestros hijos se enfaden al ponerles un límite. ¡Y es normal! A la mayoría de nosotros nos pasaría lo mismo. Nos enfadamos cuando las cosas no salen como nos gustaría o cuando no podemos hacer algo que queremos. Pero, gracias a ello, hemos aprendido a frustrarnos y a aceptar.

Y, quiero insistir en que, sentirnos culpables por haberles dicho que «no» o entrar en cólera con ellos porque no lo entienden no nos lleva a ningún sitio.

Como padres, si nosotros estamos convencidos de la importancia de marcarles límites a nuestros hijos y de los beneficios que tienen para ellos, entonces, seremos mucho más coherentes y empáticos. Consiguiendo encontrar el equilibrio entre los límites y la conexión emocional. Porque, poner límites no está reñido con entender las emociones que esto supone para los adolescentes.

5 trucos para poner límites correctamente

Lo más importante a la hora de poner límites de forma adecuada es entender que no son algo negativo. ¡Al contrario! Al establecer limites a nuestros hijos les estamos protegiendo y guiando.

Los límites son como una carretera que les marca el camino hacia su seguridad e independencia adulta.

Por eso, es sumamente importante que nosotros, los padres, los asumamos de esta manera. Porque, sin eso, si pensamos en los limites como algo negativo, nos costará mucho mas ponerlos y, sobre todo, ser coherentes con ellos.

Te propongo estos 5 detalles que pueden ayudarte mucho a establecerlos de forma eficaz:

  1. Usa mensajes claros y concisos. Huye de los discursos y sermones. Los jóvenes no los escuchan. Y, además, hacen que caigas en justificaciones innecesarias.
  2. Comunícalos de forma clara, sencilla y firme.  Es muy importante que nuestros hijos tengan claro qué es lo que pueden o no pueden hacer. Y qué consecuencia habrá en caso de que no los cumplan.
  3. Incorpora a tu hijo adolescente en el establecimiento de estos límites. Negocia con ellos, tanto los límites que va a tener como las consecuencias al no hacerlo. De esta manera, estarás enseñándoles a autorregularse y a que sean ellos los que asuman o rompan el compromiso adquirido.
  4. Se consistente. Si has marcado un límite, éste debe cumplirse, siempre. Es mejor que pongas pocos, pero que se cumplan, a que pongas muchos y que luego te los saltes porque no estás completamente convencido de ellos.
  5. Gestiona tus propias emociones. Cuando tu hijo se salte los límites, intenta mantener la calma. Evita caer en los gritos y amenazas. Lo mejor es tomarte un tiempo para calmarte y después, desde la tranquilidad, hablar juntos de las consecuencias de sus actos.

La falta de límites desde pequeños tiene como resultado problemas de conducta y faltas de respeto en la adolescencia. Nosotros, los padres, tenemos la obligación de encontrar el equilibrio entre la autoridad y el dialogo. Y esto, a veces, puede resultar complicado.

Si tu hijo no ha tenido ningún limite en su infancia es posible que, cuando llegue a la adolescencia, te cuesta más ponerle límites. Y, sobre todo, hacer que los cumpla. Sin embargo, saber los beneficios que tiene para él te ayudará a mantenerte y seguir practicando. Sé que no siempre resulta fácil esta tarea, por lo que te animo a contactar conmigo si deseas comentarme tu caso o deseas mi consejo profesional. Verás como poner límites a tu hijo de forma adecuada es una de las mejores cosas que podrás hacer. ¡Te lo aseguro!

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