Tener la capacidad de afrontar y gestionar los cambios en la adolescencia es todo un desafío para los jóvenes. Ya que se trata de una necesidad para toda persona y a cualquier edad. Al mismo tiempo, es una constante en la vida además de algo inevitable que nos acompaña desde nuestro nacimiento.
Sin embargo, no todo el mundo recibe esos cambios de la misma manera ni los gestiona igual en todas las edades.
Hoy nos vamos a centrar en la adolescencia. Una etapa en la que el cambio es una constante.
Cuando somos jóvenes, cuerpo se transforma, las emociones se vuelven mucho más intensas, los gustos cambian, las relaciones se redefinen y la identidad se empieza a forjar de una manera mucho más autónoma que en la niñez.
Y, guste o no, todo se mueve y todo cambia. Lo que, para muchos adolescentes, esto puede ser tan emocionante como abrumador.
Qué suponen los cambios en la adolescencia
Para un adolescente, un cambio puede vivirse con una intensidad mucho mayor que en otras etapas de la vida. Cambiar de colegio, un nuevo grupo de amigos, la separación de los padres, empezar una relación, decidir qué camino tomar en los estudios… Todos estos escenarios pueden generar incertidumbre, miedo, inseguridad o tristeza.
En esta etapa, aún se están desarrollando las habilidades de autorregulación emocional. Por lo que, muchas veces, no cuentan con las herramientas necesarias para entender qué les está pasando o cómo gestionarlo. A menudo, sienten que “todo es demasiado”. Y, como todavía están formando su identidad, cualquier cambio externo puede vivirse como un terremoto interno.
Por eso, es importante ayudar a los adolescentes a entender que el cambio forma parte de la vida y que no siempre hay que tenerlo todo bajo control. El cambio es un regalo para su desarrollo y crecimiento. Pero, para poder vivirlo así, es necesario que aprender a gestionarlo emocionalmente. Esta capacidad puede marcar una diferencia significativa en su bienestar y salud mental.
Las diferentes maneras de gestionar los cambios
Cuando hablamos de «cambio» nos referimos a la alteración en el estado de las cosas.
Puede ser voluntario o involuntario, esperado o inesperado, positivo o negativo… Pero, en todos los casos, a nivel psicológico, va a implicar y requerir una adaptación emocional y mental.
Como decía, no todas las personas son capaces de afrontar los cambios de la misma manera. Y, según las estrategias que elijan, podrán hacerlo desde tres enfoques diferentes.
1 – Resistencia
Muchas personas tienden a resistirse al cambio. Lo evitan, lo niegan y luchan contra él aferrándose a la familiaridad y seguridad de lo conocido. Esta resistencia puede ser una respuesta natural al miedo a lo desconocido y la duda ante lo que el cambio trae consigo.
Para este tipo de personas, el cambio suele ir asociado a pérdidas, descontrol o incertidumbre. Por lo que tardan mucho en aceptarlo.
El miedo, la tristeza o la rabia son las emociones que predominan en ellos.
Tuve una vez en consulta a una adolescente que se resistía a crecer. No quería asumir la responsabilidad que conlleva hacerse adulto. Por lo que intentaba, siempre que podía, evitar tomar decisiones, esperando que nada cambiase. Porque eso, a ella, le daba seguridad. No saber qué le esperaba en esa nueva etapa le asustaba y tuvo verdaderos problemas para afrontar los nuevos desafíos.
2 – Aceptación pasiva
Los incluidos en este otro tipo, adoptan una postura de pasividad ante los cambios. Reconocen que es inevitable, pero no tienen un papel activo en su adaptación a los mismos. Lo que puede ocasionar sentimientos de impotencia y de estrés.
El cambio en sí mismo no tiene por qué ser negativo para ellos. Sin embargo, esa manera de afrontarlo y sus estrategias de adaptación sí que pueden hacerles sentirse inseguros.
Sentir o creer que no puedes hacer nada para mejorar tu presente y futuro ni para tomar las riendas de tu vida es una gran fuente de estrés.
3 – Adaptación proactiva
Esta forma de afrontar el cambio implica enfrentarlo con una actitud positiva. Buscando activamente maneras de ajustarse y crecer a través de la experiencia. Esta estrategia promueve la resiliencia y el desarrollo personal.
Por lo tanto, esta es la manera más adaptativa de afrontar los cambios sean del tipo que sean. Porque gestionar los cambios de manera efectiva es crucial para mantener el equilibrio personal.
Estrategias para gestionar mejor el cambio en la adolescencia
En el caso de los adolescentes, la clave está en ofrecerles espacios seguros de exploración emocional y de comunicación, una escucha auténtica y dotarles de herramientas que les permitan conocerse mejor. Así, serán capaces de confiar en que, aunque ahora esos cambios sean incómodos, no tienen por qué ser a peor. De modo que puedan aprender a aceptarlos y sentirse mejor.
La mayor parte de los cambios a los que se enfrentan son de carácter involuntario. Por lo que lo mejor es ayudarles a reconocerlos y aceptarlos lo antes posible. Ese es el primer paso para poder adoptar una postura proactiva. Evitarlo o negarlo, solo prolongará su malestar.
Nuestro objetivo será ayudarles a mantener una perspectiva positiva sobre lo que están experimentando. Pero, para hacerlo, es posible que, primero, tengamos que ser nosotros, los padres, los que aceptemos que nuestros hijos están cambiando. Y que eso no es malo. Aunque puntualmente haga que se separen de nosotros, los mayores tenemos que aceptar que ese paso es necesario para que puedan convertirse en adultos funcionales e independientes. Sin duda, es fundamental.
Si lo conseguimos, podremos acompañarlos y ayudarles a que se enfoquen en las oportunidades que se abren ante ellos. Verán que no tienen por qué ser amenazantes. Y, desde ahí, afrontarlos desde unas emociones que no sean el miedo y la tristeza.
Pero como te digo, en este primer momento, la perspectiva que tengamos nosotros sobre la adolescencia va a ser determinante.
Como psicóloga y coach te sugiero:
#1 – Hablar con ellos y conocer sus pensamientos
Me refiero a hablar sobre las ideas o expectativas que tienen sobre esta nueva etapa a la que se enfrentan. Pregúntales por sus pensamientos y ayúdales a tener una visión realista sobre lo que significan los cambios que experimentan. Muchas veces, el adolescente tiene unas expectativas irreales basadas en lo que hablan con compañeros o amigo. Y que, en el caso de no cumplirse, les pueden llevar a la decepción.
#2 – Ayudarles a «escuchar» sus emociones
Por supuesto, algo que siempre tendrás que hacer, será ayudarles a que presten atención a sus emociones. Tomar conciencia de ellas e ir regulándolas y manejándolas.
Ya sean por un cambio voluntario, como, por ejemplo, ir a estudiar un año fuera de casa. O involuntarios, como los que ocurren en su cuerpo, la gestión emocional será imprescindible para que puedan llegar a adaptarte a ellos.
#3 – Tratar el tema de las cosas que les preocupan
En este momento es muy importante hablar de todas aquellas cosas que les preocupan. Por ejemplo, el miedo a llegar a un nuevo instituto sin conocer a nadie, la incertidumbre de no saber cómo les irá en el nuevo curso o iniciar una relación. Hablar de ello y compartirlo les ayudará a regular sus emociones y a encontrar respuestas.
Los adolescentes no tienen mucho vocabulario emocional. Cuando les preguntas directamente, se limitan a decir que se sienten mal o bien. Por eso, nosotros, los adultos, tenemos que ir poco a poco afinando en la identificación de sus emociones. La pregunta aquí será tu aliada. Plantéales dudas como: ¿es tristeza eso que sientes o se parece mas al miedo o la frustración?
Y una vez que las tengan esas emociones identificadas, validarlas y animarlos a reflexionar sobre ellas y sobre posibles acciones que podrían poner en práctica para sentirse mejor.
A veces, el simple hecho de hablar con alguien sobre como nos sentimos y ver qué no pasa nada por sentirnos así, o escribir esos pensamientos y emociones en un papel ya les ayuda a regularse y a encontrar acciones o soluciones para la situación que están viviendo.
Las técnicas de relajación y el ejercicio físico serán también buenas herramientas de gestión emocional en el adolescente.
Y, si es necesario, no dudes en pedir consejo profesional para ayudarles a manejar estos cambios hasta lograr su total adaptación. Quienes somos psicólogos y coaches sabemos cómo ayudar a gestionar y afrontar los cambios, por muy complejos que sean. ¡Confía en nosotros!
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