Hay dos términos que, a priori, parecen difíciles de entender juntos: adolescentes y aburrimiento. Resultan incompatibles. Tal vez, porque vivimos en una sociedad que teme al silencio y huye del aburrimiento.
Nos enseñan que, todo el tiempo, hay algo que estar haciendo: mirar, consumir, comentar… Y los adolescentes, que están en plena construcción de su identidad, son especialmente vulnerables a esa sobreestimulación constante a la que están sometidos.
Las pantallas ocupan un lugar protagonista en su día a día: redes sociales, vídeos, videojuegos, series… La inmediatez se ha convertido en lo normal para ellos. Y nos hemos olvidado del gran valor que tienen el aburrimiento y la desconexión, tanto para los pequeños, como para nosotros los adultos.
Porque esos espacios vacíos, sin hacer nada, solo «estando», nos conectan con nosotros mismos y con el presente.
Por eso, hoy quería hablaros de la importancia y del valor que tienen el aburrimiento y la desconexión digital en los adolescentes.
¿Qué ocurre cuando no hay nada que hacer? ¿Qué pasa cuando el móvil se apaga o cuando no hay wifi?
Por qué es tan difícil la desconexión digital
Cuando un adolescente se queda sin móvil, o no tiene datos o wifi para poder seguir conectado, sobre todo en los casos en los que existe una fuerte dependencia, puede experimentar síntomas físicos y emocionales reales.
El otro día, una mamá me decía que nunca había visto a su hijo tan desesperado como cuando llegaron a la casa en la que iban a pasar unos días y se dieron cuenta de que no tenían buena conexión.
Le expliqué que el cerebro interpreta esa desconexión como una pérdida y activa una respuesta de estrés. De ahí que puedan experimentar síntomas como agitación, tensión muscular, sudoración, ansiedad, llanto… Es como una especie de síndrome de abstinencia leve. Ya que, desafortunadamente, los adolescentes han convertido el móvil en su sistema de regulación emocional. Y lo usan para calmarse, distraerse, validarse y socializar.
De ahí que cuando les falta, se sientan totalmente perdidos.
Por supuesto, no se trata de demonizar la tecnología. Ésta está integrada en nuestra vida y también ofrece oportunidades de aprendizaje y conexión. El problema aparece cuando no hay equilibrio. Cuando no pueden estar sin mirar el móvil. O cuando nos percatamos de que la desconexión les produce ansiedad. Cuando solo “pasa algo” si hay una pantalla delante y el resto del tiempo se sienten perdidos, atrapados y desmotivados.
¿Cómo podemos ayudar a nuestros jóvenes a superar esta desconexión?
Lo primero que debemos entender es que no hay problema en no hacer nada o si no somos constantemente productivos. Solo cambiando esas creencias podremos educar a nuestros hijos de otra manera.
Creencias de este tipo limitan su capacidad de aburrirse y de desarrollar ciertas habilidades sociales que les serán muy útiles en el futuro. Además de incrementar los niveles de ansiedad, tanto en los hijos como en los padres, porque nosotros somos los primeros que evitamos a toda costa que estén sin hacer nada.
Cambiar ese pensamiento es entender que aburrirse no es perder el tiempo. Aburrirse no es negativo ni algo que debamos evitar. No pasa nada por dejar que nuestros hijos se aburran. O porque no estén constantemente haciendo extraescolares o “enchufados” a alguna pantalla, aunque sea para aprender inglés.
De hecho, cada vez hay más estudios que coinciden en que el aburrimiento tiene un profundo valor para el desarrollo de las personas. Pero, si nosotros mismos no cambiamos nuestra propia percepción sobre el aburrimiento, difícilmente podremos enseñarlo y fomentar su valor.
Ayudar a los adolescentes a desconectar conscientemente de lo digital no es castigo, es autocuidado. Es enseñarles a poner límites, a conectar con su mundo interior y a salir del piloto automático.
Adolescentes y aburrimiento. ¿Qué pasa cuando un joven se aburre?
El aburrimiento es un estado emocional que aparece cuando una persona no encuentra algo que le resulte interesante o estimulante en el momento presente. Gracias a ese estado, la mente busca formas de entretenerse, dando espacio a la creatividad, la iniciativa y la autonomía.
Precisamente, es en esos espacios vacíos de cosas por hacer, cuando surgen las mejores ideas y las soluciones más creativas. Te lo garantizo.
Cuando dejamos que un adolescente se aburra, le estamos dando la posibilidad de que conecte con su interior y explore lo que realmente le interesa. Que piense en lo que le motiva y que decida qué quiere, o tiene que hacer, para conseguirlo.
Además, con el hecho de que, al desconectarse de las pantallas, le estamos ayudando a conectar con otras formas de entretenimiento.
No hace mucho, durante una sesión de coaching adolescente, un joven me decía que quería que llegase el mes de agosto porque así podría ir al pueblo y coger la bicicleta. Al preguntarle si aquí no podía hacerlo me dijo que sí. Pero que aquí, normalmente, no la cogía. Aquí se dedicaba a jugar a videojuegos. Ni siquiera se planteaba el hecho de poder decidir qué hacer.
En sí mismo, el aburrimiento, para el adolescente es un problema que tiene que resolver. Su primera solución suele pasar por coger el móvil, la tablet o un videojuego. Pero, si no disponen de ellos, entonces, no tendrán mas remedio que pasar al plan B. Y recurrir a otro tipo de soluciones más imaginativas, creativas y originales.
¿Qué podemos hacer los padres en estos casos?
Como decía antes, lo primero, y mas importante, es que nosotros mismos aprendamos a practicar el noble arte de no tener que ser siempre productivos. Y que los adultos seamos capaces de desengancharnos de los móviles, los correos del trabajo y las redes sociales.
No podemos animar a nuestros hijos a que lo hagan si antes nosotros no predicamos con el ejemplo. Como sabes, cuando tu hijo era pequeño igual te servía eso de «haz lo que digo y no lo que hago». Pero, cuando llegan a la adolescencia, las cosas cambian.
Si somos capaces de aprender a desconectar, nos será mucho más fácil acompañar a nuestros hijos en ese proceso, darles opciones y proponerles alternativas. No se trata de obligarles a estar aburridos (así no creo que nadie le vea el lado positivo). Sino que consiste en proponerles otras cosas o de dejarles que ellos mismos las busquen y las encuentren.
Insisto en que la desconexión no es un castigo, es un acto de autocuidado. Un acto de salud mental para conseguir un acercamiento a una vida mas plena, consciente, auténtica y conectada.
¿Y tú? ¿Te animas también a desconectar un rato?
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