Muchos jóvenes tienen dificultades para reconstruir las relaciones con amigos tras una discusión o cuando surgen diferencias entre ellos. De hecho, viven esta situación con un inmenso dolor motivado por su incapacidad para gestionarla de forma correcta.

La adolescencia es una etapa en la que la amistad y el sentido de pertenencia al grupo juegan un papel decisivo. El cerebro del adolescente está en plena reorganización. Sus emociones están a flor de piel y los cambios internos y externos, a los que se ven sometidos, les llevan a buscar constantemente la aprobación del grupo.

Como he insistido en diferentes ocasiones, en la adolescencia, la identidad se está formando. Y, para ello, el grupo de iguales pasa a tener un valor fundamental. Por eso, cada desencuentro, conflicto o rechazo, por parte de los amigos, se vive con una gran intensidad.

Porque, la amistad es su refugio.

Y si esto es así, te plantearé una pregunta. ¿Cómo crees que vivirías que te quitasen o separasen de tu “refugio”? Mal. ¿Verdad?

Te hago esta pregunta porque nosotros, los adultos, solemos quitar importancia o deslegitimar esas discusiones que tienen nuestros hijos. ¿Quien no se ha descubierto diciéndoles, “no te preocupes, si mañana volveréis a ser tan amigos” o “lo que tienes que hacer es dejar de ir detrás de esa persona que no te merece”?

Posiblemente, muchos al leer esto os sintáis identificados con esas respuestas al ver a un hijo triste y agobiado tras una discusión, o conflicto, con amigos. Porque, en el fondo, a nosotros se nos ha olvidado ya lo importante que era, cuando teníamos su edad, sentirse parte de algo. Que se nos tuviese en cuenta y se valorasen nuestras propuestas.

Pero ahora, que somos padres de adolescentes, tenemos que volver a recordarlo. Y ayudarles a entender que los conflictos y desacuerdos no son signos de que la relación esté rota. Sino que son situaciones a resolver que les ayudarán a aprender a gestionar sus propias emociones y a poner límites.

Recuerda que, las discusiones con amigos, aunque duelan, les ayudan a crecer.

Jóvenes que necesitan gestionar los conflictos con amigos. ¿Cómo ayudarles?

Te puedo asegurar que yo, como madre, también siento el impulso de resolver todos los conflictos de mi hija. Sin embargo, como profesional sé que eso no sería lo adecuado para ella. Por eso, quiero compartir aquí hoy algunos puntos que a mi me ayudan. Y que, por experiencia, sé que pueden ayudaros, a vosotros los padres, a la hora de acompañar a vuestros hijos en estas situaciones.

En primer lugar, saber que los hijos aprenden de lo que les decimos, pero sobre todo de lo que hacemos. Por lo tanto, si nosotros mismos tenemos la tendencia a evitar el conflicto, negarlo o manejarlo desde el drama y la frustración, es posible que ellos lo gestionen de la misma manera.

Como he comentado en alguna ocasión, las estrategias pasivas de afrontamiento, como negar que existe un conflicto o evitar hacerle frente, no son la mejor opción. Porque, aunque a corto plazo parezca que alivian, la realidad es que terminan produciendo, además de un conflicto mayor, un aumento de la ansiedad y el estrés.

Por el contrario, las estrategias activas de afrontamiento (es decir, aquellas que están orientadas a afrontar, modificar o solucionar el problema o, si no es posible, a adaptarse de manera saludable), favorecen el aprendizaje y la adaptación.

Por lo tanto, nosotros, los adultos, debemos orientar a nuestros hijos hacia este tipo de estrategias de afrontamiento. Modelando desde la calma y el respeto. Ayudándoles en la búsqueda de soluciones y tácticas para su propia regulación emocional.

Los enfados son normales.

Todos nos enfadamos y no pasa nada. Es normal sentirse herido o frustrado en algún momento. Pero, lo importante es regular, de manera funcional, esa emoción. Y expresar, de manera empática, las necesidades.

Te pongo un ejemplo.

Tu hijo te cuenta que ha tenido una discusión con su grupo de amigos porque no se ponen de acuerdo acerca de donde ir el viernes. Y él siente que nunca aceptan sus propuestas y que no le escuchan. Te dice que se ha enfadado tanto que ha empezado a gritar a todo el mundo y que, al final, se han enfadado con él.

¿Qué se puede hacer ante esta situación?

En primer lugar, ayudarle a canalizar ese enfado o frustración que está sintiendo. Crea con el las estrategias de regulación emocional que le ayuden, como escuchar música, hacer deporte, respirar para calmarse, escribir… Dale espacio para que explique como se siente.  Tan solo escucha y valida. Evita minimizar lo que te está contando o dramatizar en exceso.

Cuando veas que ya se ha calmado, anímale a expresarle a sus amigos lo que le ha molestado y a practicar para que lo haga sin atacar. “Me molestó…” , “me sentí…” serán formas útiles y adecuadas para comunicar cómo ha vivido esa difícil situación.

Esto sería lo ideal. Pero sé que estarás pensando que, en la adolescencia, no siempre es fácil mantener este nivel de conversación con ellos. A lo mejor, no quieren hablar contigo. Si es así, anímales a escribir lo que sienten o a hablar con alguna persona de confianza.

Cómo puede un joven reconstruir las relaciones con amigos

Como punto de partida, diré que enfadarse con alguien no es sinónimo de dejarle de querer. Todos hemos vivido momentos en los que nuestros padres se han enfadado mil veces con nosotros y, pese a todo, nos siguen queriendo.

Los enfados, los conflictos, las discusiones no son mas que diferencias de opiniones o de necesidades. Todos nos enfadamos y todos somos responsables de aprender a resolver estas situaciones con el fin de reconstruir las relaciones con amigos.

Te dejo aquí 4 herramientas que pueden ayudar a los adolescentes en esos momentos de enfado.

1.- Tomar un tiempo para relajar las emociones

Cuando estamos tan enojados que sentimos que el enfado se está apoderando de nosotros y tenemos ganas de enviar un mensaje destructivo, gritar o salir corriendo, es bueno tomar una pausa para dejar enfriar el enfado.

Como digo, antes de hacer o decir nada, lo mejor es tomar un tiempo. Como si nos hubiesen puesto una bebida muy caliente y tuviésemos que esperar a que se temple antes de tomarla.

Puede ser útil usar la respiración para calmarnos, salir a dar un paseo, darnos una ducha, hacer deporte o escuchar música.

Tengamos presente que de una persona alterada no suelen salir mensajes o acciones muy adecuados. Así que, mejor dejar el móvil hasta que el joven se encuentre mejor y no se deje llevar por la impulsividad. ¡Nunca es buena consejera!

2.- Reflexionar acerca de esa amistad

Si no es la primera vez que el adolescente tiene un conflicto con una determinada persona, sería bueno que se parase a diferenciar entre algo puntual y una dinámica dañina y tóxica.

Quizás sea el momento de tomar distancia. Porque, una amistad que desgasta continuamente, no es una amistad sana.

Anímale a invertir su tiempo en aquellas personas que le hagan sentir bien, que le valoren y respeten por como es. Y no por decir a todo que sí. El respeto, en el ámbito de las amistades es un requisito imprescindible, no un lujo.

3.- Aprender a comunicar lo que siente

Si habiendo analizado la situación, el joven decide que esa amistad merece la pena es necesario que aprenda a expresar lo que le pasa o molesta.

Puede seguir este esquema:

“Cuando pasa….” (describir lo que ha pasado sin juzgar, solo la situación)

“Me siento…” (expresar la emoción)

“Me gustaría que…” (propondrá alternativas o su necesidad)

4.- Si es necesario, se pedirá perdón

Si, al calmarse, se da cuenta de que se ha equivocado, es fundamental disculparse y pedir perdón a la otra persona.

No pasa nada por reconocer que se ha equivocado y el daño que ha causado a la otra persona. En este punto, sugiero evitar poner excusas y tampoco escudarse en lo que hizo la otra persona. Evitar decir… «pero es que tu… «. Tengamos presente que eso le quita valor a lo que está haciendo.

Tan solo pedir disculpas y comprometerse a mejorar. Todos nos equivocamos y el que te diga lo contrario no está siendo sincero.

Me despido por hoy recordando que los conflictos con los amigos son parte de la vida y que hay que transitarlos de la mejor manera posible. Aprendiendo de ellos y mejorando. Y, si ves que gestionarlos se convierte en algo difícil de realizar, no dudes en pedir ayuda profesional. Como psicóloga y coach puedo orientarte sobre la mejor forma de reconstruir las relaciones con amigos con los que ha habido diferencias. Verás que es posible cuidar las relaciones de amistad al tiempo que cuidas también tú.

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